Cárceles

SINGLADURA

Se sabe desde hace años que las cárceles de México son un infierno en la tierra, y sin embargo gobiernos van y gobiernos vienen y nada mejora en esos recintos del terror. Las prisiones del país son casi seguramente el mejor ejemplo no sólo de la indolencia oficial, sino del poder corruptor

del crimen organizado y del dinero, que fluye a raudales y enriquece a muchos.

No hay otra razón para “explicar” lo que ocurre cada hora, cada día, cada semana, cada mes y cada año, por muchos en este último caso, en esos macabros confinamientos, donde los seres humanos –los de adentro y los de afuera- se corrompen y envilecen hasta límites insospechados.

Se sabe por ejemplo de constantes fugas masivas, motines sangrientos y repetidas violaciones a los derechos humanos en las cárceles mexicanas.

La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) tiene años documentando la situación y exigiendo cambios institucionales para modificar las situaciones que prevalecen en las prisiones del país y sin embargo “no pasa nada”.

Hace unos días, por ejemplo, al menos 29 reos del Centro de Ejecución de Sanciones (Cedes) de Ciudad Victoria, Tamaulipas, escaparon. No fue el primer caso de este tipo y seguramente tampoco será el último.

El gobierno de Tamaulipas echó la culpa de esta fuga a los que le antecedieron. Pero seguramente las próximas administraciones culparán a ésta de lo mismo.

Detrás de estos episodios violentos y de fugas aparecen la corrupción y la complicidad de autoridades con el autogobierno.

No se explica de otra forma que recién el 16 de marzo pasado, Juan José Esparragoza Monzón, el Negro, hijo del presunto narcotraficante Joan José Esparragoza Moreno, el Azul, huyera del penal sinaloense de Aguaruto, junto con otros cuatro reos considerados de alta peligrosidad.

Trascendió que en sólo dos meses en cautiverio, Esparragoza Monzón había acumulado artículos de lujo como 75 pantallas de plasma, 20 consolas de videojuegos y dos recámaras y dos salas completas. ¿Por qué? Usted tiene la respuesta.

También este mes, vimos en internet un video que mostraba abusos físicos y sexuales contra reos del penal de Apodaca, en Nuevo León.

El vocero estatal de seguridad de Nuevo León, Aldo Fasci, dijo que las vejaciones a los reos están vinculadas a amenazas y presiones del crimen organizado al interior de los reclusorios.

También en Nuevo León, un choque entre reos del penal de Topo Chico dejó al menos 49 muertos y 12 heridos en febrero de 2016.

En junio del mismo año, también en Topo Chico, una riña dejó un saldo de tres internos muertos y 19 heridos.

Y así, podríamos seguir la historia, la prolongada historia de horror de las cárceles del país.

Al punto, el titular de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, llamó a “establecer orden y disciplina” en las prisiones del país.

Osorio convocó a otros funcionarios de seguridad a encontrarse la próxima semana para establecer "compromisos claros y una ruta crítica para atender esta problemática" de las cárceles del país. ¿Será?

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