La historia que condujo al crack de los gobernadores de este país inició formalmente en 2000, con el gobierno del desperdiciado Vicente Fox. Y es que resulta que hacia el año 2000 coincidieron dos fenómenos, que paradójicamente
pudiera decirse resultaron tan malo uno como el otro o tan bueno uno como el otro. Conste, no es retruécano ni mucho menos una cita del personaje conocido como la chimoltrufia.
En fin. El hecho es que con la alternancia política que encarnó el ascenso al poder de Fox y el destierro priísta de Los Pinos sobrevinieron dos hechos colaterales: uno, los gobernadores perdieron el eje presidencial que hasta entonces había representado el jefe supremo priista en la presidencia del país, y al mismo tiempo, se registró un ingreso adicional de recursos como consecuencia de los buenos precios petroleros.
Fox, el desperdiciado, hizo honor a éste adjetivo y derrochó los fondos petroleros excedentes como una forma, la más torpe casi seguramente, de control y quietud en el escenario político nacional. La consecuencia fueron los días de fiesta, derroche y en una palabra de “holyday”.
Los gobernadores, si no todos, la mayoría sintieron una inyección de optimismo sin par a costa de los abundantes y generosos recursos prodigados por la federación. Así que todos felices y todos contentos. Después de todo, dice la conseja, con dinero baila el perro porque sin dinero bailas como perro.
Así que esta es la historia. Esa laxitud prácticamente total incubó a no poco gobernadores rapaces que sin mayor contención ni decoro se dieron a la fácil y perversa tarea de malversar fondos, defraudar al fisco y enriquecerse ilícitamente. ¡Ahóguese ahora que hay agua! Pareció ser la consigna entre buena parte de los gobernadores. Después de todo, a quién le dan pan que llore como también precisa la vox populi.
Este hecho fue el germen de figurones asociados a la corrupción que en las últimas semanas hizo crack, alentados de otra parte por sus nuevos socios en la alta política del país.
Surgieron así y se multiplicaron gobernadores como Javier Duarte, Roberto Borge y/o Tomas Yarrington, éste último ex gobernador de Tamaulipas (1999-2004), recién capturado y acusado de lavar dinero para grupos criminales, y César Duarte, quien tiene una orden de aprehensión por el delito de peculado, y que también se encuentra prófugo.
Entre otros ex gobernadores, ya procesados, figuran Guillermo Padrés, de Sonora; Humberto Moreira, ex gobernador de Coahuila, detenido en enero de 2016 por cargos de lavado de dinero y malversación de fondos públicos.
Otros ex gobernadores son Mario Villanueva, de Quintana Roo, Andrés Granier, de Tabasco, Jesús Reyna, ex gobernador interino de Michoacán, Luis Armando Reynoso Femat, ex gobernador de Aguascalientes y Pablo Salazar Mendiguchia, exgobernador de Chiapas.
El crack de los gobernadores está a la vista. Todo esto sin contar el crecimiento desorbitado de la deuda pública en la mayoría de los estados del país. ¿Qué hacer? Todo menos supongo hacerse a la mar.
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