Es lamentable pero coincido con colegas y analistas venezolanos que anticipan que Venezuela está en camino a una guerra civil. Es cierto, admito sin embargo que aun en un escenario de alta confrontación nacional como el que vive el potencialmente rico país
petrolero resulta impredecible el desenlace total o definitivo de la crisis que desde hace años enfrenta Venezuela. Pero cada vez encuentro menos lejana esta confrontación.
De hecho, y aún de cara a la circunstancia nacional que confrontan los venezolanos me parece indeseable un desenlace como el previsto por un colega y ex alto funcionario venezolano, radicado hoy en Estados Unidos y cuyo nombre reservo por absoluto respeto, pero que conoce las entrañas venezolanas de primera mano y aún como parte activa del proceso venezolano hace varias décadas y que hoy redacta incluso un libro testimonial, absolutamente imprescindible y cuyas partes más relevantes conozco bien.
“Es inevitable, vale”, me dijo hace unos meses este colega vía telefónica desde algún lugar de la geografía estadunidense, en donde permanece prácticamente en calidad de refugiado, sobre el riesgo de una guerra intestina en su país natal.
El escepticismo e incredulidad sobre un escenario tan radical para Venezuela, un país al que me unen lazos afectivos profundos, alentaron en mi dudas mayores, que hoy, meses más tarde, se disuelven como el éter.
El analista JJ Rendón aludió en televisión hace unos días, los más cruentos de los últimos meses según el saldo de más de 30 muertos y decenas de heridos, al riesgo real de que Venezuela se embarque en una guerra civil.
Aún el popular cantante venezolano José Luis Rodríguez, un ex asiduo del extinto presidente Hugo Chávez, admitió igualmente que su país está en riesgo de una confrontación fratricida.
Rodríguez sabe lo que habla. Conoce bien a sus paisanos, a quienes califica de combativos y valientes. Ciertamente los venezolanos son entrones como solemos decir en México. A la menor provocación oficialista, los venezolanos se arriesgan en las calles para protestar y no sólo eso. Están dispuestos a arriesgar la vida y aún perderla para defender sus causas.
Es un hecho el repudio amplio hacia el presidente Nicolás Maduro, cuyo recurso de sobrevivencia más reciente fue la convocatoria a una asamblea constituyente que sin embargo resulta espuria de origen y que lejos de aliviar la situación venezolana soliviantará el ánimo nacional, cuyos primeros indicios están a la vista y habrán aún de recrudecer tan rápido como esta misma semana.
Maduro, es claro, está jugando con fuego y me parece que no saldrá indemne. Está claro que él mismo quebrantó la Constitución venezolana desde que se negó al referéndum presidencial por ésta previsto. Las consecuencias llegarán pronto y las veremos.
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