A ver ¿por qué sigue sin funcionar la política del gobierno de la ciudad que encabeza el suspirante presidencial Miguel Angel Mancera para abatir de una vez y por todas la alta, pero sobre todo peligrosa contaminación?
Seguramente usted, lo mismo que muchos otros ciudadanos y quien esto escribe tenemos un elevado número de argumentos para explicar el fracaso en esta materia –como otras más- del gobierno mancerista.
Déjeme anotar algunos hechos, a los que atribuyo buena parte del fracaso mancerista en el deber y aún la obligación de al menos detener el deterioro atmosférico de la capital, que está cada vez peor y cuyos efectos en materia de salud resentimos todos los que insistimos en “vivir” en la capital del país, sin siquiera saber –lo cual es todavía más grave- hasta qué grado nos impacta de manera cotidiana y a mediano y largo plazo.
Un primer hecho que hay que señalar en el fracaso mancerista es la corrupción que goza de excelente salud a costa de las vidas –sin exagerar- de los “chilangopolitanos. Usted lo sabe como ciudadano.
Hay decenas, cientos y aún miles de eficaces “gestores” que por algo más de mil pesos consiguen sin contratiempo alguno la codiciada calcomanía sin que usted sude o se acongoje. Estos “gestores” garantizan que “el auto pasa porque pasa” la verificación.
Claro, el ciudadano común y corriente opta prácticamente siempre por “la simplificación administrativa”. Es la forma de ahorrarse muchos sinsabores. Es más, quienes optan por las razones que quieran en hacer las cosas por la vía legal, se topan casi siempre con una reacción contraproducente para que se les quiten las ganas de “hacer las cosas por la derecha”. Lo sabemos.
Así que en la mayoría de los casos, el automovilista prefiere incluso ahorrarse la presión social de que se le considere tonto, necio o ambas cosas y “pagar” por una calcomanía segura. “Es mejor”, se escucha socialmente.
Este primer hecho lleva a que la mayoría de los vehículos tenga su calcomanía “chueca” o falsa, lo que no importa porque “haiga sido como haiga sido”, se cumplió el trámite formal. ¿Las consecuencias? Aparte de la corrupción, fomentada y/o solapada por las propias autoridades, los residentes de la ciudad de México respiramos un veneno desconocido. ¿A alguien le importa?
Ni siquiera a nosotros mismos. Circulamos nuestros autos con sus calcomanías falsas, pero circulamos. Somos listos, audaces, astutos, sin importar que tanta astucia conlleve a la muerte, o a la enfermedad en el menos peor de los casos.
Los gobernantes de la ciudad, con Mancera a la cabeza, saben lo que ocurre en los verificentros, talleres mecánicos y en el mundo de los gestores, pero tampoco se interesan ni mucho menos importa.
Ellos hacen como que gobiernan y nosotros como que cumplimos, así en esa simulación se nos vaya la vida.
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