El huevazo

SINGLADURA

Casi fue inmediata la condena del PRI y del PAN a la agresión que sufrió el presidente nacional de Morena y virtual candidato presidencial de ese partido, Andrés Manuel López Obrador, al término de un evento político en Huatusco, Veracruz. López Obrador fue blanco

de un huevazo.

El incidente, podrían considerar algunos, fue menor, aun cuando el proyectil impactó la frente de López Obrador. Cuidado. Hechos de este tipo elevan la tensión y el encono políticos cuando el país, ya de suyo crispado por fenómenos múltiples, está que arde, sin exagerar.

Sólo faltan justo 10 días para elecciones en cuatro estados del país, entre ellos el crucial Estado de México, cuna del presidente Enrique Peña Nieto y considerado el epicentro político del país este año.

Los comicios mexiquenses serán sin duda y hoy más que antes la madre de todas las batallas que se avecinan, incluyendo la disputa por la presidencia mexicana el año próximo.

El país anda mal y de malas, aun cuando se diga lo contrario con una temeridad digna de mejor causa. Y el hecho de que ande mal el país no es para nada un motivo de regocijo o satisfacción como algunos podrían suponer bajo la falsa premisa de que hay personas que disfrutan de que las cosas vayan mal. No, simplemente se alude a una serie de indicadores esenciales que revelan un diagnóstico nacional negativo.

Sabemos más que sobradamente que México está inmerso en una espiral de violencia, reconocida incluso por el gobierno del presidente Peña Nieto, quien recién admitió públicamente que se está regresando a los índices criminales registrados durante el malhadado calderonato.

Ese reconocimiento presidencial no es un invento de los agoreros del desastre, no. Lo sabe y lo dijo el presidente Peña Nieto.

Sabemos de igual forma que el país registra un alto encono prelectoral animado por el apetito de triunfo en las próximas elecciones, en particular el Estado de México como quedó dicho antes.

También se sabe que la guerra sucia alcanza grados superlativos y que los dos candidatos punteros están inmersos en una guerra a cuchillo, que seguramente y salvo un maremoto o un nocaut total, se inclinará a favor del PRI y su candidato. Las razones de esta última afirmación, sobran. Se verá, salvo como dije antes que sobrevenga un nocaut mortífero, o al menos apabullante.

El descrédito político alcanza grados demasiado altos y el desencanto social no se queda atrás. La corrupción e impunidad son rampantes, sin duda. Y si a esto añadimos un clima económico más que desfavorable, sobra decir que estamos tentando al diablo.

Así que el incidente en Huatusco debiera encender las luces de alerta. Uno puede estar o no de acuerdo con cualquier político, entre ellos claro López Obrador, pero nunca y bajo ninguna circunstancia y menos en las que estamos, debería aceptarse, y mucho menos convalidarse la agresión física y directa contra uno de ellos. Eso es barbarie y punto.

En marzo de 1994, México sufrió una cruel lección de barbarie y sus efectos, sin exagerar, aún se resienten en el país. No otra vez. Sería un grave peligro para México.

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