Persona Non Grata

SINGLADURA

Se espera que en las próximas horas de este lunes  llegue extraditado a México el tristemente célebre ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, acusado de los delitos federales de  delincuencia organizada y  operaciones con recursos de procedencia ilícita, enriquecimiento ilícito, peculado e ilícitos electorales.

A estos se añaden los cargos formulados por la Fiscalía de Veracruz, que incluyen abuso de autoridad, incumplimiento del deber legal, peculado, tráfico de influencias y coalición.

Y sin embargo, sólo el delito de delincuencia organizada está considerado grave.

En consecuencia, la  Procuraduría General de la República (PGR) deberá presentar elementos de prueba que convenzan a un juez de vincularlo a proceso con la medida de prisión preventiva, conforme marca la ley.

Hasta ahora suman cuatro las órdenes de aprehensión que se han girado en contra del ex gobernador priista y que agrupan un total de ocho delitos.

Obvio y conforme la inveterada costumbre de la clase política mexicana en general, habrá regueros de tinta e imágenes y audios sobre la inminente llegada al país del tal ex gobernador Duarte, aprehendido en abril último en uno de los hoteles más lujosos, si no es que el más lujoso, de Guatemala.

Los medios harán el caldo gordo al ex gobernador y presunto delincuente. Serán horas de transmisión en vivo y directo de su seguramente aparatosa llegada y confinamiento en alguna prisión federal.

Ah, y también seguramente se repetirán las antiguas frases que suele proferir sin empacho alguno el poder político mexicano: “justicia hasta sus últimas consecuencias”,  “evidencia del firme compromiso del gobierno para combatir la corrupción”, “no hay intocables”, “el que la hace la paga”, “actuación conforme a derecho”, “no hay cacería de brujas”, “todo el peso de la ley”, “ningún acuerdo en lo oscurito”, “cero tolerancia a quienes violen la ley”, “ningún chile les embona” y otras, muchas otras para probar que ahora sí va en serio.

¿Usted les cree? Yo tampoco. Y da pena no hacerlo porque nada me encantaría más que ver y constatar el serio compromiso, no del gobierno de turno, sino del poder judicial de este país para cumplir, simple y llanamente con su papel y encomienda: “procurar justicia” al país.

Esto porque tampoco me hace sentir feliz que se lapide a un inocente en los tribunales del país, ni tampoco que por azarosas insidias políticas se le niegue el derecho de la justicia.

Desconozco si Duarte de Ochoa es culpable o no. Eso debería precisarlo de manera absoluta y sin margen para la duda, el poder judicial de este país, insisto.

Pero hay algo que desde ahora me permito anticipar: “Duarte de Ochoa es al menos para mi, una persona non grata”. Su sonrisa malévola, su rictus de absoluto cinismo y aún la graciosa huida de su esposa con sus hijos, me anticipan que su caso es parte de un ´show¨más. Y si no, que nos demuestren lo contrario. ¡Qué pena por el país!

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