Lo que viene

SINGLADURA

La atmósfera de la ciudad de México huele a tristeza, dolor y desolación, pero también a fuerza, entereza y determinación para, una vez más, levantarse de la tragedia. México, de nueva cuenta, está dando una lección de fortaleza, civilidad y solidaridad como pocos países en el mundo. De estas acciones, voluntades, esfuerzo y sacrificio incluso es que los mexicanos debemos primero sentirnos orgullosos, pero también con la capacidad de generar el cambio profundo que este país demanda desde hace ya años y que se ha aplazado, indebidamente debo decir.

Al margen de quienes “gobiernan” este país, está una sociedad vibrante, pujante y vigorosa, capaz de levantar a México hasta el sitio donde debe estar. Lo que hemos visto, palpado y respirado debe inspirarnos para de una buena vez acometer el cambio que el país clama ya, ahora y sin nuevos aplazamientos ni treguas.

Dice la sabiduría popular que no hay mal que por bien no venga. Del golpe del 19 de septiembre, podemos y debemos sin duda dar el salto cualitativo que exige el país para, al igual que tras el terremoto, garantizar el futuro mexicano.

Otra vez, el país se levanta de una tragedia nacional. Ya lo hicimos en 1985. Lo volveremos a hacer. Del dolor volveremos a nacer, con una determinación que debe sobrar para impulsar a nuestro país a un nuevo futuro, absolutamente menos infausto del que una “clase política” mediocre y perversa en general es predominantemente responsable.

De nueva cuenta, los “políticos”, una clase dominante carente de imaginación y mezquina muchas veces, fue rebasada por una sociedad que se arremangó para auxiliar al prójimo, al amigo, al desconocido la mayoría de las veces.

De súbito recordé a Bryce Echenique, quien alguna vez me dijo en una Feria del Libro en Guadalajara que la clase política mexicana y aún la latinoamericana en general, no había inventado nada, salvo una capacidad para mutar en clase dominante.

En estos días de dolor y desolación, he recordado tanto a Bryce Echenique.

En cosa de horas, apenas se cumplan las 72 del terremoto del martes fatídico, vendrá un momento aún más difícil, uno similar al último adiós a nuestros muertos.

Pero aún más. Viene el recuento, aun cuando éste llegará impreciso, inexacto, desconocido pues. Aparte de las pérdidas humanas, las más graves, las más sentidas, las irreparables pues, conoceremos qué pasó con decenas de viviendas de familias de clase media y media alta. No será fácil acostumbrarse a la pérdida del patrimonio y esta vez tampoco será fácil eludir el reclamo, casi seguro, de los clasemedieros o arribita de éstos, que en segundos vieron perder el fruto de un esfuerzo de años, décadas casi seguramente. ¿Estamos preparados? ¿Qué hará el gobierno? Llegó la cereza en el pastel de un sexenio complejo.

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