Si uno sigue la ruta de Donald Trump, el bisonte que habita la Casa Blanca, en cuanto al muro fronterizo con México, resultará obvio que avanza y/o que dejó en parte el estruendo asociado a la vergonzosa iniciativa para dar paso a una construcción menos ruidosa que a juzgar por hechos recientes, avanza como se decía en el pasado “pian
pianito”, sin que el gobierno mexicano haya encontrado todavía la manera de contener semejante afrenta.
Se añade de manera muy desafortunada para el país la amenaza cada vez más real de que el gobierno de Trump cierre la pinza contra México a través de una eventual salida del Tratado de Libre Comercio Norteamericano (Tlcan), lo que por supuesto y aún en contra de la opinión de los epígonos gubernamentales que nunca faltan, impactará de manera grave si no todo el comercio mexicano, sí una parte amplia, quizá la de mayor plusvalía para México. Es temprano aún para determinar el tamaño del impacto sobre el millón de dólares que cada minuto representa el comercio bilateral.
Ambos asuntos, muro y Tlcan van indisolublemente asociados en la esfera económica del país. Quien sea que piense que Trump es un ingenuo se equivoca. El mismo error cometerá quien crea que el gobernante estadunidense sólo actúa contra México por odios raciales, que por supuesto no pueden descartarse. En el fondo, Trump echa mano de ambos asuntos como armas estratégicas de la diplomacia del garrote que por años ha ejercido o instrumentado los gobiernos de Washington en turno. Más radical si no se les contiene como sobran los ejemplos en el vecindario geográfico.
¿Por qué es que Trump avanza pian pianito en el muro? Si equivocadamente desdeñado por la agenda pública mexicana, el tema del muro fronterizo está más vivo que nunca. Esto así sea porque en México se le ha metido debajo del tapete diplomático o porque se considere que poco o nada puede hacer ante la decisión estadunidense de levantarlo. De hecho, nuestro canciller, Luis Videgaray, ha admitido públicamente que se trata de una decisión tomada dentro de la soberanía del país vecino. Un error más asumir que esa decisión, aun cuando sea perjudicial y adversa a México, sólo compete al gobierno de Washington, que confina al mexicano en un asiento típico del espectador. En esta materia, el gobierno de México ha resuelto conforme todos los indicios mejor dejar hacer dejar pasar.
Apenas el último fin de semana, un grupo de legisladores republicanos de Estados Unidos constató de manera personal y directa la construcción y casi terminación de seis de los ocho prototipos de muro fronterizo. Se prevé que antes del próximo día 26 estarán listos los dos restantes para un total de ocho. ¿Y qué sabemos del lado mexicano? Muy poco o casi nada, como prefiera. De plano se asume que la construcción de un muro fronterizo es una decisión que ¿sólo atañe al gobierno de Trump? Compramos el argumento de que “¿no hay nada qué hacer? ¿Qué están haciendo los tres poderes mexicanos para impedir semejante barbaridad? ¿Y nada tampoco pueden hacer ninguno de los tres niveles de gobierno en México? Mmmh! ¿Nada puede hacerse entonces? Valiente diplomacia aquella que sólo se resigna ante la prepotencia, la insolencia y el insulto de cualquier país, pero mucho peor del vecino.
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