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SINGLADURA

Lejos de solazarse con lo que estamos viendo y escuchando en materia de seguridad en México, el propósito de hacerlo notar es contribuir en algún grado, por mínimo que éste sea, a que de una vez por todas las autoridades del país, militares incluidos, se detengan a reflexionar pero en serio sobre cómo el país está cada vez más arrinconado por el crimen organizado y aún aquellos delitos del fuero común.

Si vemos con calma, por ejemplo, la recién aprobada ley de seguridad interior es una expresión más del arrinconamiento nacional frente al crimen, que a decir verdad va ganando la batalla. De allí que el gobierno endurezca las medidas en su tácita desesperación, concedamos por un momento, ante el auge criminal que embarga al país. Esto sin descontar, claro, el creciente fenómeno de la corrupción que lacera al país en prácticamente todos sus niveles.

Al margen de sesudos análisis, baste echar un ojo a lo que cada día nos anuncian los medios de comunicación en el ámbito de la criminalidad. Cuando escribo estas líneas, por poner un ejemplo, acribillaron y dieron muerte a un reportero más en el estado de Veracruz. El crimen se perpetró nada menos que en una escuela de niños.

En San Juan de Aragón, tres hombres armados despojaron de sus pertenencias personales a pasajeros del Metrobus y en Acambay, Estado de México,  apareció el cadáver de una joven madre de 29 años, que desapareció luego de tomar un taxi. En Culiacán, fue asesinado el famoso tuitero  conocido como el “Pirata de Culiacán”. En la Gustavo A. Madero, fue asesinado un hombre para despojarlo de su motocicleta. Y en Oaxaca hubo en tres días cuatro intentos de linchamiento.

De hecho, estos son sólo unas cuantas cifras del crimen que estremece al país, pero son muchas más.

En medio de este panorama realmente desolador y peligroso, Renato  Sales Heredia, Comisionado Nacional de Seguridad, admite que el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto culminará con una tasa de 22 homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, cifra similar a la registrada con Felipe Calderón.

Sales Heredia, un funcionario reputado de profesional, concede que el auge delincuencial deriva de “una estrategia de seguridad fracturada” ante la falta de coordinación entre entes de gobierno, condiciones geopolíticas, la reorganización de grupos delictivos, las disputas entre éstos, la demanda de droga de Estados Unidos, y el ingreso de precursores químicos desde Asia.

¿Y entonces? ¿Queda algo por hacer antes de que el crimen termine por engullir al país? Por supuesto, pero para ello se requiere primero que nada de honestidad, el requisito más complejo y difícil de cumplir al menos en este momento.

Es clave que lo intentemos, al menos. De otra forma habremos de lamentar por mucho tiempo lo que viene, y conste, no es que nos encante hacerle el caldo gordo al desastre.

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