Instalados ya en 2018, el año de la elección presidencial, entre otros miles de cargos más, me hago eco de las cada vez más numerosas tertulias de amigos y/o familiares en torno a quién, cuál de los cinco precandidatos presidenciales, sería el menos malo para relevar a Enrique Peña Nieto, ya también colocado en el tramo final de un mandato cargado de claroscuros que sin duda será sometido a un referéndum el próximo mes de julio.
Aún por confirmarse sus candidaturas, están ya en virtual precampaña Margarita de Calderón, Jaime Rodríguez Calderón, el llamado “Bronco”, Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, éstos tres últimos seguros adversarios entre sí por sus toldas y asociados políticos.
Pero ¿están todos los que son y son todos los que están? Es probable que así sea, aun cuando falta la formalización de las candidaturas independientes que están buscando mediante la formalización de los requerimientos establecidos por el Instituto Nacional Electoral (INE), una vez ya recabadas las más de 800 mil firmas que requieren la señora de Calderón y el así llamado “Bronco”.
¿Podría ser alguno de estos dos independientes el próximo relevo de Peña Nieto? De dudarse. Si batallaron para juntar las más de 800 mil firmas requeridas por el INE para el registro presidencial y aún están pendientes de cumplir el par de requisitos adicionales que demanda el mismo organismo electoral del país, sería un tanto iluso al menos apostar por un triunfo de cualquiera de ambos. ¿No cree usted? Pero no hay político que de paso sin huarache, y menos en este México tan sui géneris. La señora de Calderón algo habrá de estar apostando para justificar su participación. De por hecho que no se irá con las manos vacías. Al tiempo.
Y “El bronco”, pues échele cuentas. ¿Dejar la gubernatura de Nuevo Léon por puritito capricho o ingenuidad? Ajá. Es seguro que a “El Bronco” ya lo amansaron hace tiempo, y le aseguro que eso no ocurrió a punta de reatazos. Aunque quién sabe. Hay reatazos que se sobrellevan con placer y vaya usted a ver si hasta con verdadera fruición.
En cuanto a los otros tres aspirantes, allí si suele configurarse una polémica encendida en las mesas de comensales, amigos y familiares.
Se sabe ya bastante de López Obrador, el virtual contendiente más avanzado en el ánimo y conocimiento popular o ciudadano. Sus años de recorrer el país, lo colocan en el candelero nacional para bien, pero también para mal. Es quizá el aspirante más controversial, el más polémico y el que no admite puntos medios en las opiniones de los electores. Se le ama o se le odia. Aun cuando su desplazamiento hacia el centro del espectro político nacional, le ha valido al menos un cierto grado de duda entre parte de sus detractores más acérrimos. Priva la incertidumbre sobre si habrá de ganar adeptos o perderá parte de éstos con su estrategia de “amor y paz”.
Sobre “el joven maravilla”, hay poco qué decir porque emerge como una figura nueva, aunque perseguida por la sombra de la traición. Como fenómeno nuevo, Anaya podría ser peligroso. Pero además se le considera un excelente orador que en caso de subir al ring de los debates, podría desplumar a más de uno de los gallos anticipados en la próxima contienda.
Meade todavía no despunta. Está viviendo sus rounds de sombra en estos tiempos de precampaña. Tiene todo el respaldo del aparato gubernamental, una ventaja colosal en cualquier momento y para cualquier candidato. Ya se verá hacia finales de febrero de qué está hecho el señor Meade, más acostumbrado por ahora a hablar ante auditorios controlados y de élite que a enfrentar a raíz al elector descalzo.
Pero al final, no ahora que es temprano, habrá que ponderar más y mejor lo más conveniente para el país. Un apunte clave será la ponderación sobre el resultado del modelo económico neoliberal instaurado en México hace más de 35 años.
Otros apuntarán al crimen, la corrupción y la impunidad, pero supongo que el modelo económico estará en el primer sitio del ánimo popular o ciudadano. Amanecerá y veremos.
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