Si usted afable lector (a) da por hecho o asume que el hoy puntero en las encuestas rumbo a la elección presidencial del primer domingo de julio próximo, la tiene ganada, déjeme decirle que hay un poderosísimo “casi” de distancia para que Andrés Manuel López Obrador, sin duda el aspirante más fogueado en estas lides, pueda concretar su largo bregar hacia Los Pinos.
Creo que es útil aclarar que quien esto escribe nunca ha militado en partido alguno. Tampoco simpatiza en forma alguna con ninguna de las fuerzas políticas del país, ni las vetustas ni las de creación más reciente. Sólo observo desde hace años el comportamiento de los actores de la República. Esa observación y registro he podido hacerlas desde diversos ángulos e incluso y, afortunadamente, durante casi una década fuera de México.
Señalo el punto con el propósito de aclarar a los dos lectores de este espacio que no hay en mi ningún vínculo ideológico con ninguna de las formaciones políticas que hoy compiten por el poder en el país.
Dicho esto, hago notar que encuentro sumamente difícil, harto complejo pues, que el PRI y sus aliados de circunstancia pudieran aceptar siquiera la idea de un fracaso en la próxima contienda electoral. La razón de este señalamiento tiene que ver con dos factores clave en la vida de la política y sus practicantes: poder y dinero.
¿Se imagina usted a los priistas y sus aliados –insisto- aceptando la peor derrota electoral que pudieran sufrir –por encima incluso de la del 2000- el próximo uno de julio? ¿Imagina usted que entregarían el poder dócilmente? Si cómo no. El PRI con sus aliados harán absolutamente todo lo que esté a su alcance y más allá de éste para imperar luego del uno de julio. Todos sabemos que aún hoy día, el PRI sigue siendo el campeón de la administración electoral. Se saben de todas, todas. No en balde han fraguado la historia político-electoral del país a lo largo de 80 años.
De hecho, ya empezaron a hacerlo. Algunas encuestas colocan ya, en vísperas del inicio de las campañas, a José Antonio Meade, en segundo sitio, y a poca distancia del puntero. De ser cierto lo que reflejan esos sondeos, no deja de sorprender. Imagine lo que ocurrirá en unas semanas.
El juego, claro, puede ser peligroso. Pero el hecho escueto, frío y concreto, es que el PRI no se dejará ganar. A menos claro está que el famoso Peje barra de calle en los próximos comicios. Sólo así. De otra forma, tengo más dudas que certezas en su eventual triunfo. Así es la política en este país, todavía.
¿O qué, se imagina usted al PRI abandonar el poder, el dinero y las decisiones fundamentales de este país, así nomás? Si, cómo no. Primero muerto que derrotado. Y mucho menos por el Peje.
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