De encuestas y tigres

SINGLADURA

Iremos el domingo a las urnas, según estimaciones, unos 65 millones de mexicanos de los casi 90 millones de empadronados y facultados para sufragar. Iremos después de unas extenuantes y vacuas precampañas y campañas, conforme establecieron las

autoridades del país. Votaremos en un clima de incertidumbre, de trampas y de todo tipo de mañas a cargo de todos los partidos políticos que compiten. Para decirlo coloquialmente y con el eco de la vox populi, “ni a cuál irle”, aun cuando una inmensa mayoría nacional esté convencida de que lo mejor que puede hacer es acercarse a las urnas. Al menos y es mucho.

Acudiremos aún en medio del peor clima electoral en décadas. Un clima que chorrea sangre, y el sólo hecho de escribirlo resulte espeluznante. Seguimos inmersos en una ola criminal que a fuerza de su persistencia está acabando incluso con la indignación y el rechazo para en su lugar tornarse en parte de la “normalidad” cotidiana, en sustancia del diario devenir. Apena y aterra que cada vez menos gente se inmute del crimen cotidiano. Y ni el gobierno, pero tampoco los ciudadanos, atinamos qué hacer. Si acaso, nos preocupa al momento, la noticia, el hecho y luego, pues hay que seguir en la “normalidad”, aun asi ésta resulte cada vez más escalofriante.

El número de asesinatos políticos entre septiembre de 2017 y este mes, según la consultora Etellekt, es de 133, el más alto en la historia y 10 veces mayor respecto los ocurridos en el escenario electoral de 2012. La mayor parte de las agresiones (75 por ciento) tuvo a la oposición política como su blanco central. Las cifras criminales se mantienen tan altas o más que en el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012). En 2017 los homicidios en el país rebasaron los 25 mil, la mayoría de ellos perpetrados con arma de fuego. Ningún avance ni contención en el accionar criminal, que goza de una impunidad prácticamente total.

Nos plantaremos en las urnas con un panorama nacional preocupante en diversas esferas. La economía sigue sin crecer el mínimo indispensable para augurar una mejoría real en los bolsillos de las familias mexicanas, cada vez más empobrecidas.

Recién el director de Inteligencia de Estados Unidos, Daniel Coats, previno una derrota del electoral partido gobernante en México durante una audiencia del Comité Selecto de Inteligencia de la Cámara de Senadores del congreso federal del país del norte.

Citó la inestabilidad económica, la corrupción y la inseguridad como los factores clave del revés electoral. El diagnóstico de Coats incluyó el caso de Colombia, que se acaba de cumplir con la victoria de Iván Duque, un adversario del gobierno encabezado por Juan Manuel Santos. El domingo próximo veremos qué tan certero resulta el vaticinio de Coats para el caso México.

Cuando restan unas horas para conocer la decisión del electorado mexicano hay focos rojos encendidos. En amplios sectores del país preocupa y mucho un eventual triunfo de López Obrador, a quien la mayoría de las encuestas siguen dando a la cabeza de las preferencias electorales. Esos sectores y sus epígonos interesados han atacado sin medida al puntero, con o sin razón.

Del otro lado, amplios sectores ensalzan a Pepe Meade como la figura idónea para gobernar el país los próximos seis años. A Meade se le considera el mejor candidato, argumentan sus partidarios, tanto como a López Obrador los suyos. No hay puntos medios ni evaluación objetiva o cromática en el espectro. Están dinamitando los puentes.

A Anaya ya prácticamente se le descarta, lo ven defenestrado del PAN y aún hay quienes lo vislumbran en la cárcel en cosa de meses.

Y lo peor, esta atmósfera adversa está envuelta en la sospecha mayúscula por partida doble de que las encuestas están amañadas o son absolutamente inexactas, pero también de que se tentará al tigre. Amanecerá y veremos.

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