Terciopelo roto

Singladura

Si algo quedó en claro tras la consulta sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) y los resultados de ésta es que fue hecha pedazos, apenas
añicos, la cacareada y tersa transición de terciopelo, que tanto fue exaltada por el presidente Enrique Peña Nieto y su relevo, Andrés Manuel López Obrador.
Otro punto claro es que la consulta convocada y operada por López Obrador, un político astuto y largamente forjado en el crisol de las repetidas derrotas, le abrió el espacio suficiente para dejar a la vista de todos que el poder lo tiene él y que está listo para ejercerlo a plenitud, más aún –si hiciera falta- con su aplastante mayoría legislativa y sus 30 millones de votos, un auténtico blindaje político para hacer y deshacer. Como político está aprovechando su tiempo, aún antes de terciarse la banda presidencial al pecho. Tiene a Peña Nieto como una caja de resonancia de su agenda nacional e internacional. El poder soy yo, parece ser su consigna luego de enseñar el músculo si es que hubiera hecho falta en la consulta aeroportuaria.
Pian pianito le ha propinado un nuevo golpe a la “mafia en el poder”, que tenía al menos la expectativa de neutralizar su voluntad o impedir hasta donde fuera posible una mala voluntad. López Obrador se comió a Peña Nieto y de paso a sus aliados empresariales, que ahora y aun cuando repelen sólo tienen dos opciones: entienden o entienden. Como quieran, parece decirles.
Sobra argumentar si es mejor Texcoco que Santa Lucía o Toluca. Eso es lo de menos. Tampoco importan las condiciones o estudios aeronáuticos o si es posible la operación simultánea de las terminales Benito Juárez o Santa Lucia. Nunca se trató de eso. Tampoco si se perderán cien mil millones de pesos, o si las aerolíneas elevarán costos. En absoluto. Toda la polémica se reduce a una pregunta simple: ¿quién manda en México, hoy?
López Obrador, ya lo ha dicho, no requiere encarcelar a ningún político de peso o fuste para legitimarse o enviar mensajes encriptados. Aprovechó el tema del aeropuerto para hacerse sentir con todo rigor. Astucia política se llama el juego. 
Gustarán o no sus formas, se criticarán o elogiarán sus métodos, será terso o áspero su estilo, pero está claro que López Obrador gobernará bajo sus propias reglas. Tardó y mucho en llegar al poder, pero se deja ver que va a ejercerlo. Después de todo, 30 millones de mexicanos le dieron su voto aplastante, total, definitivo. ¿Qué le espera al país? Nadie puede predecirlo ni siquiera con mediano tino. Ojalá lo haga bien y aún muy bien. No tardaremos mucho en saberlo. Agobian al país demasiados problemas y se están esperando y aun reclamando numerosas soluciones. Por ello el pueblo le dio 30 millones de votos.  Pero ojalá López Obrador no olvide que se está haciendo de nuevos enemigos. Tampoco deberá olvidar que hay poderosas fuerzas agazapadas, enmascaradas, apenas contenidas, encubiertas, que si bien no tienen por ahora más que aguantar el vendaval del voto, están prestas para atacar cuando apenas esos 30 millones de votos se hagan menos. Cuidado.
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