En un clima, o atmósfera si prefiere, de alta incertidumbre social, como pocas veces se ha visto en el inicio de un
gobierno, muchos mexicanos, la mayoría diría, estamos levantando una apuesta más esperanzada que certera: “ojalá que sí”. Es probable que el clamor tenga mucho que ver con aquello del lema de campaña que cobijó el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que a la letra dijo y aún dice “Morena, la esperanza de México”. Ojalá que sí.
¿A qué aludo? A un sinnúmero de situaciones o casos que nos involucran de manera directa o indirecta en nuestra condición de ciudadanos de este país.
Es cada vez más alto el número de veces que escucho en muchos sitios: “ojalá que si” se normalice el abasto oportuno y suficiente de gasolina en los sitios donde escasea, en una predica –insisto- que revela una esperanza profunda más que una confianza cabal.
“Ojalá que sí” mejoren las cosas en el país, añade la vox populi que mira casi en el presidente Andrés Manuel López Obrador al mítico Tlatoani meshica capaz de obrar milagros. Otra vez resuena la esperanza más acendrada, encarnada hoy en el presidente y en sus muchachos morenos.
“Ojalá que sí” acabe la corrupción, el peor de los males nacionales, convertido en una promesa estandarte de campaña que bastó y sobró para que 30 millones de mexicanos pusieran su esperanza en el persistente y tenaz hombre de Macuspana, el único al que nada pudieron encontrarle y mucho menos endosarle ni siquiera sus más temibles adversarios. El único casi convertido en mártir por el ex presidente Vicente Fox cuando la emprendió con todo para desaforarlo como entonces jefe del gobierno capitalino.
“Ojalá que sí” enderece al país, dejado en sus huesos por los sucesivos gobiernos neoliberales que iniciaron en 1982 con el extinto presidente Miguel De la Madrid Hurtado, el mismo que confesó su arrepentimiento y error de hacerse suceder por Carlos Salinas de Gortari, la inteligencia, el olfato y preparación política que terminó en forma prácticamente trágica.
“Ojalá que si” haga un buen gobierno, la misma esperanza que encarnó Fox y que terminó en un profundo desencanto nacional ante los resultados de aquel que prometió en el merito Angel de la independencia: “no les voy a fallar”, pero falló de pésima manera, sucumbiendo a las riendas torcidas de Martha Sahagún.
“Ojalá que sí” le vaya bien porque si le va bien al gobierno le irá bien al país, repiten muchos casi con insistencia frenética, en un eco más de una profunda esperanza.
“Ojalá que si” acabe con los huachicoleros para que cese el robo de unos cuantos vivales a muchos mexicanos honrados, hastiados de tanto crimen, impunidad y abuso.
“Ojalá que sí” mejore la economía, el empleo, la seguridad, las escuelas, los hospitales, las carreteras, las obras de infraestructura, el respeto, el transporte, y un sinnúmero de áreas más por qué si no, no le quiero contar.
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