Voces de Venezuela (Segundo y último)

SINGLADURA

Peligro es hoy el nombre de Venezuela y la perspectiva ciudadana dominante
es que las cosas están mal, pero vienen otras peores, incluso una invasión armada. El agua fluye sólo por minutos dos o tres veces al día, los cortes de energía eléctrica se prolongan no por horas, sino por días, la escasez de bienes básicos y medicinas es ya cosa crónica, con excepción en cierto grado de vegetales y hay “pavor” a los paramilitares, la ausencia de ley y la anarquía. Si algo hiciera falta, los cubanos tienen “bien metida la mano” en el país, los rusos entran en negociaciones cuyo contenido se desconoce y se teme a la guerrilla colombiana que ha hecho del país su segunda casa.
 
Hay puntos de Venezuela, sin embargo, donde la vida discurre casi de manera normal pero es porque “hay mucho poder adquisitivo y donde los bienes de consumo se pagan en dólares, algo que hace que Venezuela se parezca cada vez más a Cuba”.
 
Esto y más está pasando la inmensa mayoría de los venezolanos en su país bajo el gobierno del presidente Nicolás Maduro, a quien se considera “como un hombre bruto, burro. Tiene una imagen muy mala en general. Pocos lo apoyan, y no es comparable ni siquiera con Chávez, que tenía carisma”. Juan Guaidó es apenas un destello de esperanza ante un telón de fondo demasiado sombrío.
 
Capto estos testimonios disruptivos en mensajes de voz que se multiplican al ritmo de las horas tristes y peligrosas, muy peligrosas, que atraviesa Venezuela, un país con los recursos suficientes y sobrados para haberse transformado en una potencia media, que antes exportaba energía en América Latina.
 
Desde Chávez “desprofesionalizaron a las empresas, no les dieron mantenimiento, mucho menos crearon nada nuevo en Corpoelec.  Ahora los apagones tardan días continuos. El Zulia, es la región más afectada”, aseguran.
 
Aun cuando el venezolano promedio es más bien proclive a vivir sin demasiada preocupación, es claro que el país “vive hoy en medio de demasiados riesgos.  Es un país sin instituciones, anarquizado, donde no hay ley”, me cuentan desde Caracas.
 
“Es altamente riesgoso opinar, salir a la calle, la vida es altamente riesgosa. Hay paramilitares armados hasta los dientes. No rinden cuentas a nadie. Se vive un riesgo muy alto. En las calles hay anarquía y violencia. Cada quien hace lo que le viene en gana. A los paramilitares se les teme muchísimo más que a una invasión armada porque los paramilitares carecen de escrúpulos, de código de ética o militar”, nos narran vía mensajes de voz, una vía que a veces también se corta.
 
Según estos testimonios, hay muchos paramilitares del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia que han hecho de Venezuela su segunda casa y se teme que luego pudieran quedar como guerrilla urbana.
 
Los cubanos juegan un papel extremadamente importante aquí. Ellos manejan los hilos del poder. Venezuela les regala petróleo. Muchos médicos cubanos se cree que son agentes de espionaje y tienen su mano muy metida en Venezuela.
 
Los rusos son más pragmáticos y tienen la idea de ver qué sacan de aquí. Con ellos hay negociaciones que se desconocen, pero parece poco probable que jueguen un papel armado, son más diplomáticos.
 
“Pero los paramilitares están dispuestos a todo, a matar inclusive. Andan armados en motos por las calles y exhiben sus armas para atemorizar. Dan pavor.
 
Quienes me cuentan esto hacen eco del sentir, pero sobre todo del sufrir, de miles de venezolanos que viven estos días una atmósfera de miedo y anarquía, las consecuencias de un país sin ley ni instituciones, en el que muchos llegan a mostrarse partidarios incluso de una invasión armada como una salida a la situación que flagela al país y donde imperan una desesperación y frustración crecientes.
 
¿Y cómo no? Imagine. El salario mínimo bajo el mando de Maduro alcanza hoy los 18 mil bolívares soberanos –así los denomina el gobierno- pero un kilo de queso se vende en 20 mil bolívares ¿le añadimos el soberano? Un kilo de papa, si, de papa, sólo se consigue por unos 10 mil bolívares. Es cierto, hay barrios de Caracas donde la vida es casi normal, pero sólo porque los residentes disponen de dólares para comprar bienes de consumo. 
 
Sobre el riesgo de una invasión, “hay una guerra de opiniones. Hay quienes quieren incluso una invasión, pero hay quienes la consideramos poco deseable porque una guerra sabemos cuándo inicia pero no cuando termina. Sin embargo, hay muchos que claman por la invasión ante su desesperación, pero otros creen que se trata de algo muy delicado”, me dicen.
 
Sin una salida pronta y negociada a la crisis, habrá que abandonar el país sin mayor consideración ni patrimonio alguno.