De “cachetaditas”

 Singladura
Casi nada sé de “cachetadas”, “cachetaditas”, o “cachetadones”, con excepción
de una que un día le propinó hace años un tío ya fallecido a su imprudente hijo, primo mío, en la única plaza pública-parque de la entrañable Isla de Mujeres, un domingo al atardecer después de una misa en la iglesia isleña.
Así que aclarado el punto con absoluta honestidad personal, debo decir que llama la atención la reciente declaración del señor empresario Alfonso Romo, quien tuvo que asumir el cargo de jefe de la Oficina de la Presidencia y deglutir las palabras que pronunció durante la campaña de la 4T de que no ambicionaba ni esperaba cargo alguno en el caso, confirmado por los hechos, de que el abanderado de ese movimiento alcanzara la presidencia del país.
Siempre le creí a Romo, un próspero empresario como sabemos. Siempre dijo que sólo ayudaba a López Obrador ante el estado de cosas que se registraba –se registran- en el país. Como digo, siempre le creí. Cualquiera que dude de las palabras de Romo, puede consultarlas en San Google y comprobará sin mayor dificultad que Romo nunca sostuvo la idea de ambicionar un cargo público al lado de don Andrés Manuel.
En consecuencia, es un hecho para mí que el presidente López Obrador tuvo que convencerlo. Pedirle que aceptara asumir la Oficina de la Presidencia. Desconozco, claro, cuáles fueron los argumentos de don Andrés que doblaron el ánimo de Romo para aceptar el cargo, que juró y perjuró no aceptaría ni estaba interesado en asumir. Eso lo creo, insisto.
Lo que ahora no creo es que don Alfonso no haya renunciado como soltó en primicia nacional Raymundo Riva Palacio. Le creo a Riva Palacio. No le creo al señor Romo. Paradojas de la vida, sin duda, y que hacen ver que no siempre uno es esclavo de lo que dice y tampoco amo de lo que calla.
Como buen político taimado, López Obrador debió haber ponderado el efecto de una eventual salida de Romo, equivalente sin duda a un terremoto para el gobierno de Amlo. Sería grave no sólo por el perfil de Romo, sino también por el momento que atraviesan el gobierno y el país. 
Por lo demás, nada raro que un funcionario del nivel de Romo haya llegado al punto que antecedió a la salida del ex procurador general y ex gobernador hidalguense, Jesús Murillo Karam, cuando declaró sin rubor alguno y públicamente su cansancio. “Ya me cansé”, confesó Murillo en noviembre de 2014 cuando estaba al frente del caso Ayotzinapa.
Romo también debe estar cansado de estar siguiendo al ganso. Después de todo y como también dijo Murillo en su momento, es un ser humano. Aun sin posibilidad de al menos por ahora dejar el barco, Romo tuvo que levantar los platos rotos del percance. Ni modo. A veces toca.
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@RobertoCienfue1