En un país como México, donde la pobreza en todos los sentidos afecta a más
de la mitad de la población –dicho así para como apuntaban los abuelos no ir tan lejos- y la falta de desarrollo en casi todos los terrenos –quizá un puñado haga la excepción- impacta cotidianamente la vida de casi todos, tener un presidente que se galvaniza en la austeridad, practica la pobreza sanfranciscana y cancela la parafernalia asociada al poder, constituye todo un rito, un sortilegio.
De manera paradójica, estas prácticas presidenciales, tan ajenas a las que imperaron antes de la 4T, resultan un lujo, un lujo extremo que una inmensa mayoría de mexicanos está aplaudiendo hasta hacer que las palmas de las manos enrojezcan a más no poder.
Cada acción, medida, determinación o “política pública” de la gestión en funciones, recibe hasta ahora el aplauso efusivo, delirante y emocionado de un pueblo agradecido que por fin se siente atendido y socorrido, especialmente esto último, por un Jefe de Estado profundamente compenetrado de los sentimientos más profundos de la idiosincrasia mexicana. Se decía hace décadas, pues si, pobre pero honrado. Es revelador que hoy se haga de la pobreza la máxima virtud nacional, y no se diga de la honradez. La riqueza y la corrupción pasan sin mayor rubor al terreno de lo perverso, lo pecaminoso, lo indebido.
“Primero los pobres”, fue el compromiso central de la campaña victoriosa, y como los pobres son mayoría, pues a darles gusto que es mole de olla. Así en ello se cumpla el apotegma de “pan para hoy y hambre para mañana” porque construir un país en desarrollo, productivo, industrioso, nunca se ha logrado con dádivas, ni limosnas, sino con educación, esfuerzo, inversión, talento, imaginación, innovación y hasta un cierto grado de sacrificio.
Si lo duda, eche un vistazo a las historias de países exitosos que se reconstruyeron desde las cenizas o emergieron como potencias económicas, comerciales, tecnológicas, productivas pues. Cito los casos paradigmáticos de esta experiencia de Alemania y/o Japón, reducidos, derrotados, abatidos, hace menos de 80 años. Mire lo que son hoy cualquiera de estos dos países. Alemania occidental, por ejemplo, se echó a los hombros a Alemania Oriental tras el derrumbe del Muro de Berlín y en menos de 40 años, vea usted lo que construyó bajo el paraguas de una Alemania reunificada. Allí nunca se hizo elogio de la pobreza y mucho menos se consideró que la riqueza y prosperidad fueran prácticamente un pecado mortal.
De los países aliados que pusieron fin a la aventura criminal nazi, ni hablar. Emergieron como potencias.
Pero en México las cosas son diferentes. Más todavía en tiempos de la 4T.
Vea si no. La administración que propugna el rechazo a ejercer un gobierno rico en medio de un pueblo pobre ha mandado “al carajo” –palabra hoy usada por nuestro señor presidente- a miles de empleados públicos –se dice que unos 400 mil- con el propósito de “ahorrar” recursos del erario público. Lo que sea que ocurra con esos “burócratas” y sus familias, no es asunto de interés, salvo para dar por hecho que se trataba de “vividores,” viles succionadores del presupuesto público, beneficiados inútiles y parasitarios de los gobiernos “corruptos” que antecedieron a la 4T, privilegiados pecaminosos, pues. De esos que hasta seguros de gastos médicos mayores tenían. Ojo. Por allí asoma el menú gourmet del Conacyt. No vaya a ser la de malas. Bravo, bravo, aplauden en galerías. Eso sí es justicia. Mueran los burócratas, corruptos para más señas. Qué paguen caro su pecado de servir a los gobiernos “neoliberales” que antecedieron a la 4T, el antes y después de México.
El despido de miles de empleados públicos es un lujo que el presidente puede darse sin ninguna consecuencia o crítica. Por el contrario, recibe la febril aprobación de sus millones de seguidores, felices, satisfechos ahora sí de que se está haciendo justicia laboral expedita.
Más aplausos. Si se deja estacionado el 001, con un costo millonario por almacenaje, poco o nada importa. Se aplaude que el presidente use vuelos comerciales, así esto suponga un costo alto por el uso del tiempo del mandatario y suponga riesgos en materia de seguridad nada desdeñables para un jefe de Estado.
Lo mismo pasa, ya pasó, con la cancelación de obras “faraónicas” e intrínsecamente “corruptas” como el NAICM; si suprimen recursos para estancias infantiles, si se echa por la borda la marca México –unos mil millones de dólares- o desaparecen organismos promotores del turismo, si se reducen los sueldos de los miembros del Servicio Exterior Mexicano, y de otros muchos más que se amamantan de la ubre gubernamental –hoy parcialmente reseca- si se deja sin combustibles suficientes al país con el argumento de parar el huachicoleo o se compran pipas en condiciones poco transparentes, eso lo aplaude la amplia base popular y aún parte de las clases medias empobrecidas o furiosas por las prácticas y legado de los gobiernos “neoliberales”, etiquetados como corruptos en general.
La imagen ciudadana se repite en el caso de Pemex, un emblema nacional venido a menos y casi al borde de la extinción por culpa de los neoliberales, que preparaban hace años el terreno para darle el tiro de gracia. Y es cierto, pero de allí a suponer que es mejor suprimir las rondas de licitaciones petroleras y perder millones de dólares en inversiones potenciales que el país reclama y requiere, pues hay una diferencia enorme.
Estas y otras medidas explican el aletargamiento económico y el recelo de los inversionistas, pero eso no importa, no pesa, y por el contrario concitan el aplauso del respetable mayoritario. Hoy parece que es mucho mejor cosechar el aplauso ciudadano mayoritario que impulsar la eficacia de la acción gubernamental.
Bueno, si se nos anuncian tasas de crecimiento ínfimas, tan bajas como las que provocaron los gobiernos neoliberales y corruptos, tampoco rompe el encanto de la 4T. Al contrario, se acentúa el resentimiento y rencor contra los gobiernos anteriores y se comprende y extiende más tiempo al actual porque pobre presidente, es que le dejaron un cochinero, argumenta una enorme mayoría de mexicanos, convencidos de que ahora sí se está haciendo patria. Ojalá.
Bueno ni siquiera el borrón y cuenta nueva a los corruptos de antes –ahora ya no hay- recibe una crítica. Al contrario, se le aplaude que no abrigue rencor, odio ni resentimiento contra los otros, aunque al parecer y obligado por las circunstancias, hay indicios en este momento de que algo pudiera estar cambiando.
Ya veremos con el tiempo si los aplausos de hoy no terminan en rechazo, desilusión o frustración. Aunque es probable que no. Para impedir que eso pase, hay mucho dinero en faltriqueras para dar y repartir. Después de todo, amor con amor se paga. ¿O no?
This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
@RobertoCienfue1