La deuda de Petróleos Mexicanos (Pemex) ronda los 107 mil millones de
dólares, un monto casi equivalente a su propio valor o valor de sus activos. De ese tamaño es la crisis de la petrolera más endeudada del mundo, que el presidente López Obrador apuesta a convertir de nueva cuenta en lo que fue: una palanca del desarrollo nacional.
Para avanzar en ese propósito Pemex tiene que llevar la producción a dos millones 654 mil barriles por día hacia el término de este sexenio, pero el camino está sembrado de escollos. Aún así es muy probable que valga la pena el esfuerzo. Después de todo, el asunto es uno de seguridad nacional porque involucra la energía que el país demanda para su viabilidad.
Hace unos días la calificadora británica Barclays advirtió que las perspectivas fiscales de México a mediano plazo podrían empeorar por la inexistencia de una solución al problema de la deuda de Pemex, que este mismo año y en los dos que seguirán deberá pagar deuda por un monto cercano a los 10 mil millones de dólares, una fortuna aquí y en China. Esos pagos deberán hacerse, aún en medio de la austeridad republicana o, peor aún, en un ambiente de “pobreza franciscana”. No hay alternativa. Bueno, sólo una: pagar.
Barclays abrió sin embargo una rendija en su sombrío panorama al exponer que su pronóstico de crecimiento -0,5 por ciento del PIB este año- sería mayor si los problemas de Pemex se solventan de manera sostenible y mejora el entorno para la inversión privada, algo que sigue en duda porque el gobierno de López Obrador avanza un día, recula dos y en la tercera jornada abre un paréntesis de espera.
A principios de este mes, Fitch Ratings y Moody’s pusieron focos rojos a la situación financiera de México ante los problemas de deuda de Pemex.
Fitch Ratings bajó la calificación por “mayor riesgo para las finanzas públicas, debilitamiento financiero de Pemex y la incertidumbre de políticas internas y amenazas comerciales”, éstas últimas vinculadas con la amenaza trumpiana de imponer aranceles al país si éste no salvaba la frontera sur de Estados Unidos a la avalancha migratoria.
Moody’s no bajó la calificación pero cambió la perspectiva de “estable” a “negativa” lo que abrió la puerta para que pueda reducirla en el mediano plazo, bajo el argumento de que “se ha mermado la confianza de los inversionistas”.
Pemex anunció que en abril registró una utilidad por unos 28.000 millones de pesos (unos 1.400 millones de dólares), lo que marcó el fin de una tendencia negativa que se remonta a los dos últimos trimestres.
En su conferencia matutina del seis de junio último, López Obrador insistió en criticar a las calificadoras y las retó. “Sus pronósticos no resultan, no van a tener éxito, pero a las pruebas me remito”, estableció.
El secretario hacendario Carlos Urzúa declaró al diario español El País que Pemex tiene “un gran futuro, sin exagerar”, pero admitió que antes hay que librar un buen número de escollos, entre ellos el refinanciamiento de corto plazo de la empresa.
Urzúa dijo que entre las opciones están una visita al mercado y “ver cómo nos va”, la inyección del gobierno de capital para solventar, al menos de manera parcial, las necesidades de financiamiento y el uso del fondo de casi 300.000 millones de pesos para apuntalar la refinanciación de Pemex.
David Shields, un experto en materia petrolera, reaccionó escéptico con el argumento de que el gobierno canceló las rondas de licitación denominadas “farmouts” o asociaciones, impulsadas por la reforma energética del gobierno de Peña Nieto.
Shields recordó que hace sólo dos años Pemex anunció una apuesta mayor por los farmouts o asociaciones con capital privado en proyectos de exploración y producción para complementar sus capacidades operativas al compartir riesgos financieros, tecnológicos y geológicos, a fin de estabilizar su producción e incrementarla gradualmente.
Por lo pronto, el gobierno de López Obrador se ha manifestado reacio a que Pemex comparta riesgos en sus proyectos inmediatos.
Según Shields, promover masivamente asociaciones con capital privado, nacional y extranjero, a través de nuevos “farmouts” enviaría un mensaje de sensatez a los mercados sobre el futuro de Pemex. Es una medida imprescindible, pragmática, aunque no guste ideológicamente, el punto crítico para López Obrador.
Añadió Shields: “viene una reducción de la carga fiscal de Pemex, que ojalá no ponga en riesgo las finanzas públicas ni comprometa la operación del gobierno federal”.
López Obrador vuelve a levantar apuestas. Ojalá. Es demasiado lo que está en juego, incluida la propia credibilidad del presidente. Amanecerá y veremos.
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@RobertoCienfue1