Diagnóstico y realidad

SINGLADURA

 
El diagnóstico del Proyecto de Nación 2018-2024 es tan contundente al señalar
que  “sin infraestructura no hay progreso”, que encuentro chocante en la realidad el desplome del 16.4 por ciento de la inversión en infraestructura respecto a 2018, ocurrido en los primeros cinco meses de este año.
El problema, como otros que agobian al país, no es nuevo. Hace al menos cuatro décadas, la inversión en infraestructura es absolutamente menor a las requeridas para impulsar y aún garantizar el desarrollo, una necesidad cada vez más apremiante del país y que sigue insatisfecha.
Sin infraestructura es imposible en México, la creación de bienes y servicios, de empleos, de bienestar social, de desarrollo sostenible. ¿Y entonces? ¿De qué sirven los diagnósticos?
En materia de inversión en infraestructura, como en muchos otros ámbitos, seguimos en las mismas que hace al menos cuatro décadas. La inversión promedio en infraestructura en México ronda el 4.5 por ciento del PIB y es muy baja. México paga esto con atraso, pobreza, desempleo y pérdida de infinitas posibilidades de desarrollo y bienestar social. ¿Qué hacemos? Pues simplemente nada, o muy poco, si acaso.
En 2018, último año del gobierno de Enrique Peña Nieto, la inversión en infraestructura resultó la menor de todo ese sexenio. Apenas se ubicó en 3.5 por ciento del Producto interno Bruto (PIB) del país, la peor de los seis años del peñismo.
Ahora y con base en informes de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, bajo el flamante mando de Arturo Herrera, indican que 33 mil 543.4 millones de pesos se mantuvieron en los primeros cinco meses de este año al margen de la inversión en obra y adquisiciones de materiales en los tres órdenes de gobierno.
Se añaden en el periodo de referencia cifras de un subejercicio por 140 mil millones de pesos, aun cuando el presidente López Obrador insiste en argumentar que se trata sólo de ahorros, mal entendidos me parece.
Imagine por ejemplo una familia, donde el padre o jefe de ésta aduce que dejará de procurar el gasto para alimentos, educación, vivienda, salud y otros de su clan para mejor “ahorrarlos”, poniéndolos a buen resguardo, sin gastarlos. Será un ahorro caro con el tiempo, muy caro. “Me canso ganso y a las pruebas me remito”.
Hay que decirlo claro: si el gobierno de la 4T quiere en verdad que México crezca, tendrá que multiplicar hasta en tres tantos la inversión actual en infraestructura. Si en lugar de ello, la mantiene en los niveles históricos bajos y aún peor, la reduce, el país estará confinado a un crecimiento insuficiente, mediocre y hasta peligroso.
Algo esto último que no se compadece de las promesas de la campaña lopezobradorista, y que coloca a su gestión bajo el estigma de los gobiernos neoliberales, combatidos por él en sus campañas por la presidencia.
Las estimaciones en general coinciden en que este año el crecimiento del PIB oscilará entre el 0.5 y el uno por ciento. Otros quizá más radicales o “fifís neoliberales”, prevén incluso una recesión económica. Nada alentador en ninguno de los escenarios. El tiempo apremia.
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@RobertoCienfue1