Resulta paradójico me parece que en un mundo predominantemente interconectado casi en tiempo
real y con flujos de información en general que llegan al extremo de obligar en algún punto y momento a una tregua, un universo de personas, entre ellas muchas obligadas a tomar decisiones y otras a cobrar conciencia, hagamos poco o nada –más patético- para repensar social e individualmente nuestra escala de prioridades, en particular ante la pandemia que nos amenaza.
Si alguna utilidad o beneficio podría y debería esperarse del Covid-19 sería justo para darnos cuenta de la fragilidad, durabilidad y calidad de nuestras vidas. La repentina aparición de este virus nos ha colocado de súbito frente a un asunto de vida o muerte, salud o enfermedad, permanencia o naufragio. Una primera lección es que nada es más importante, con o sin Covid-19, que la preservación de la vida mediante la necesaria escala previa del disfrute de la salud. Añádale todo lo que usted guste y mande, como solían decir los mayores.
Lo antes apuntado parece una obviedad, nos suena a ella, pero frente al virus chino, o del origen que sea, debería dejar sobradamente claro el valor fundamental de la vida y la salud en cualquier circunstancia que enfrentemos.
Recién en estos días, la Organización Mundial de la Salud (OMS), nos puso en claro que el coronavirus es diez veces más mortal que la gripe. A la fecha el número de muertos rebasa los cien mil en todo el mundo y contando. La cifra de contagios se aproxima a los dos millones.
En México, las fatalidades se aproximan a los 400 y los contagios rondan los cinco mil, aun cuando se anuncia que lo peor está por venir.
El doctor etiópe Tedros Adhanom Gebreyesus, que encabeza la OMS, ha convocado a un mayor apoyo para impedir que los países pobres y vulnerables pueden sufrir una “masiva devastación”, en buena parte como consecuencia de que sus sistemas de salud e infraestructura se encuentran débiles, y muchos de ellos enfrentan situaciones de conflicto interno y desplazamiento.
Un informe de la ONU se ha sumado a las voces de alerta para prevenir que el Covid-19 puede fácilmente suprimir los limitados avances mundiales de igualdad de género y derechos de las mujeres, aun y cuando éstas resulten menos vulnerables que sus pares masculinos. Pero es un hecho que la pandemia repercute en un impacto devastador económicamente para las mujeres y las niñas.
Se estima que un 60% de las mujeres en el mundo dependen de la economía informal, ganan menos, ahorran menos, y tienen un riesgo más grande de caer en la pobreza. Se añade que el trabajo que realizan de cuidados no remunerados incrementó exponencialmente debido al cierre de escuelas y las necesidades aumentadas de los adultos mayores.
El titular de la ONU, Antonio Gutérres, lamenta que la pandemia haya incrementado de manera horrenda la violencia contra las mujeres. “Una de cada cinco mujeres ha experimentado violencia en el último año. Las mujeres ahora están atrapadas con sus abusadores, y sin poder acceder a servicios”, dijo Gutérres.
Hay que agregar que el 70% de las trabajadoras de salud en primera línea son mujeres. Gutérres aboga porque se ponga a las mujeres en el centro de la respuesta, con medidas sociales y económicas para protegerlas.
Por si fuera poco, se prevé que el Covid-19 hunda en la pobreza a por lo menos 500 millones de personas, el 8% de la población total del planeta. Será la primera vez que la pobreza aumente en todo el mundo desde hace 30 años, dijo una investigación que incluye académicos de las Naciones Unidas.
“Un retroceso de este tamaño revertiría una década de progreso global en la reducción de la pobreza”, temen los expertos citados por el sistema Noticias ONU.
En tanto, la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, la ex presidenta chilena Michelle Bachelet, consideró que el mundo no puede regresar a lo que era antes de la pandemia.
“Ningún país estaba preparado para este shock, que en todos los Estados se ha visto exacerbado por las desigualdades, particularmente en el acceso a la atención médica, las protecciones sociales y los servicios públicos”, señaló.
Bachelet está convencida de que la epidemia subraya la necesidad de aumentar los esfuerzos para garantizar que todas las personas, incluidas las más vulnerables, se beneficien del desarrollo, para construir economías más inclusivas y sostenibles, y para dar forma a sociedades que sean más resistentes.
La Alta Comisionada también hizo ver que proteger el medio ambiente es la mejor manera de proteger la salud y el bienestar humanos, incluso de las pandemias como la actual.
Después de todo, la degradación ambiental y la pérdida de biodiversidad crean condiciones propicias para el tipo de zoonosis de animal a humano que ha resultado repetidamente en epidemias.
Sin embargo y pese a esto que se nos informa y que sabemos, poco o nada hacemos para cambiar las prioridades y dar una nueva forma a nuestras vidas. ¿Es tan difícil? Preferimos imitar al hámster en su rueda, así en eso nos vayan la vida y la salud. Y tanto es así que repudiamos la tregua que se nos ha dado porque lo nuestro hoy en día es el clic de la velocidad.
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@RobertoCienfue1