La pobreza del bicolor

Así que según el esquema mental, ideológico, cerebral o emotivo del presidente de este país,

 es inválido recurrir a las medias tintas. No hay tonos, ni variedades y mucho menos color o matiz que valga, con excepción hoy si acaso del guinda, el nuevo color gobernante, por ahora, que curiosamente y dicho sea de paso se nutrió en su avanzada por el poder, allí sí, de todos los matices posibles siempre y cuando fueran útiles al propósito de ganar el voto. En ese caso y para concretar el fin último, si fueron válidas, aceptadas y yo diría –para estar a tono con la época- hasta sanitizadas todas las tintas y matices cromáticos. Pero eso fue ayer.
Hoy, y conforme el nuevo gobierno, sólo se vale estar a favor o en contra de la cuarta transformación que encabeza López Obrador. Vaya, dicho en otras palabras, es el todo o la nada. Es el estás conmigo o te vuelves en mi contra, en automático, sin escalas. Eso dijo allá por el estado de Veracruz al culminar una gira, de esas que tanto le agradan y a las que tanto se aficionó durante su prolongada carrera y campaña política para llegar a la presidencia del país, que conquistó en 2018 por un hartazgo social mayoritario que se expresó en las urnas y que derivó del voto-castigo a una sucesión de gobiernos con resultados y sobre todo prácticas nada convincentes de los dos partidos más añejos del país. Usted sabe cuáles son, así que ni falta hace mencionarlos. Sus colores los conocemos de sobra.
Instalado y muy cómodamente por cierto en Palacio Nacional y con las cuentas y facturas personales y familiares sobrada y oportunamente saldadas cada día, semana y mes debido a su alta investidura, López Obrador rechaza ahora las medidas tintas, con excepción –insisto- en los casos de sus aliados y acompañantes con orígenes variopintos que algo o mucho aportaron a la causa morenista, repintada ahora de guinda, pero con tonos esmerilados en el alma que van desde el tricolor priísta hasta el albiazul panista y aún el negro-amarillo perredista por citar los más conocidos. Todos caben en el jarrito de Morena sabiéndolos acomodar. ¿No?
Pero no se crea usted que no ha habido transformación. No, qué va. Una de ellas es que ahora ya resulta inaceptable la política digamos arcoíris. Dejó de ser útil. Ahora sólo es válido y aceptable la política bicolor, es decir, estás con el gobierno o te pones en contra de él. Punto. Dicho de otro modo e interpretando al presidente, estás con blanco o te quedas en negro, y así te va.
Mas allá sin embargo de la pobreza cromática o el enfoque digamos bicolor con que se pretende ver el mundo, hay otros muchos colores que siempre enriquecen y han de estimular la vida en general y la política en particular. López Obrador lo sabe y muy bien. Sólo ganó la presidencia cuando puso a un lado en cierto grado su política monocolor o monocromática y abrió el abanico a todo tipo de colores, gamas y texturas.
Todavía más: si extrapolamos el mundo cromático del blanco y negro que impulsa doctrinalmente el gobierno de la 4T, y que acaba de ratificar el mandatario, quizá podríamos encontrar la razón de que hoy tengamos un país tan confrontado, dividido y, peor aún, peleando cada día entre sí, aún y cuando perdamos con ello buena parte de la riqueza y potencial del color, sin darnos color.
This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
@RobertoCienfue1