Zoon politikon

Durante los casi 40 años de gobiernos encabezados en México por toda una generación de tecnócratas jóvenes, vigorosos e innovadores, muchos pensaban, especialmente en la última década,

 que el país requería con urgencia la gobernanza de un político auténtico, de la vieja escuela, casi un patriarca nacional, un hombre incluso de mayor edad y madurez, ajeno casi a las tentaciones del poder, los sudores y ardores de la juventud; un hombre que ya ambicionara muy poco en lo individual.
No sería exagerado afirmar que en el imaginario colectivo se tejió de esta forma un escenario perfecto para un hombre, un político pues, que ambicionara más hacer historia que riqueza.  
De allí que no fueron pocos los que pensaron incluso en un perfil como el de Manlio Fabio Beltrones, el ex gobernador de Sonora y un político curtido en las filas del PRI más tradicional. Se decía entonces que era el político más formado en su momento para competir y aún ganar claro la presidencia de México. Se destacaba en abono de una eventual candidatura de Beltrones su conocimiento a fondo de las entrañas del poder político nacional. Muchos apostaban por él y lo tenían como el firme competidor que nunca fue.
La clase política tecnocrática –por así llamarla- que ascendió al poder con Miguel De la Madrid luego del estrepitoso fracaso cuajado de corrupción de José López Portillo, marcó el inicio de una nueva época política y económica en el país que habría de extenderse por casi 40 años. “Políticos” jóvenes, ambiciosos, formados en universidades extranjeras y convencidos de las bondades del neoliberalismo económico, asumieron el poder con la promesa de llevar a México a una nueva etapa de desarrollo nacional nunca antes vista. Sabemos los resultados de esos gobiernos.
En medio de un escepticismo creciente sobre las bondades del neoliberalismo económico, el hartazgo ante todo tipo de excesos del poder y al mismo tiempo de una corrupción rampante que cobró carta de naturalización mexicana, entre otros factores económicos, materiales y aún emocionales, es que llegó al poder tras una prolongada travesía el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador, un político de cepa, conocedor profundo de la idiosincrasia mexicana, adherido a la tierra de los más pobres, caminador incansable de la geografía nacional. Llegó el político maduro que idealizaba el imaginario colectivo mexicano, el hombre austero, frugal, de hablar provinciano, un mexicano común como tantos millones más. Nada de parafernalia del poder, en pocas palabras el político que simboliza al ciudadano de a pie, el que encarna la esperanza de un México batallador, sufridor, aguantador y que no sabe rajarse. El que sólo se dobla pero no se quiebra, y si pierde arrebata.
En esas andamos por estos días, con un México dividido sin embargo entre quienes siguen convencidos de la prédica de primero los pobres y los que dudan en grado superlativo de las bondades de un gobierno que regala dinero, apuesta por los ninis, aprieta con severidad el cinturón de la austeridad, predica el combate a la corrupción, se proclama diferente, arruina el neoliberalismo, ataca a los fifís, conservadores y sobre todo controla a sus adversarios a través de la UIF. También alienta y difunde los videos para exhibir la inmunda corrupción, que considera el peor cáncer nacional y desarticula a la oposición política, convencido de que está haciendo historia, y al mismo tiempo futuro porque ya nada será igual en México, porque México ya cambió sobre la derrota moral de los adversarios, y se allana el camino para un nuevo triunfo electoral en 2021 porque nada hay más importante que el zoon politikon que habita en Palacio Nacional, tan añorado hace tiempo.
 
 
This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
@RobertoCienfue1