Se atribuye al Quijote de Cervantes la frase: “Cosas veredes amigo Sancho…” para anticipar las sorpresas y aún incredulidad que depara la cosa pública en general y por estos días muy en particular, en nuestro México.
Viene la referencia literaria a propósito de la disputa por la dirigencia nacional nada menos que del partido en el poder, sí, Morena, que está candente, al grado de provocar que el presidente Andrés Manuel López Obrador se despojara momentáneamente –dijo- de la investidura presidencial, algo –por supuesto- imposible y que no debería ocurrir bajo ninguna circunstancia, no al menos hasta el 2024. La investidura presidencial no es un trapo que quien la ostenta, o la representa, pueda quitarse, vamos a decir, así como así. Ni de relajo pues, ni por una protesta de más de cien mil mexicanos como se ha ofrecido desde Palacio Nacional. Nada de eso. Sería una catástrofe política para México que el presidente López Obrador dejara incompleto su mandato constitucional, legítimo por lo demás. Pero bueno, eso ya es harina de otro costal.
El hecho, simple, escueto y duro, es que aún el presidente constitucionalmente investido se lanzó durísimo contra el partido, movimiento u lo que sea, que lo llevó a la Jefatura del Ejecutivo Federal. El mensaje del presidente incluyó: “es mucho pueblo para tan poco dirigente”. Pácatelas.
Otras florecitas: “traen el esquema antiguo, el viejo molde que hay que terminar de romperlo”. El señalamiento del presidente contrasta y, peor aún, achata el proyecto de transformar radical y pacíficamente al país. ¿O no?
“No hay dirección, es un desbarajuste”, recetó el presidente a su partido, Morena, que hace dos años batalla, pelea, se afana, se coscorronea y sigue sin encontrar una brújula para consolidarse como una institución partidista, en una historia que reedita en buena parte las pugnas, rencores, zancadillas y otras trapacerías entre las tribus del casi extinto PRD. Qué pena.
Remató el presidente con una advertencia seca: “no estén pensando que son indispensables, insustituibles”. No que va. Nadie lo es, nadie al menos en esta vida.
La de estos días fue una segunda llamada presidencial a Morena. En agosto del 2019, les advirtió: "Si el partido que ayudé a fundar, Morena, se echara a perder, no sólo renunciaría a él, sino que me gustaría que le cambiaran el nombre, porque ese nombre nos dio la oportunidad de llevar la Cuarta Transformación de la vida pública del país. No se debe manchar ese nombre".
Y sin embargo, sigue el San Quintín en Morena, donde como sabemos se dan con todo. Porfirio Muñoz Ledo, con el colmillo retorcido de un paquidermo que hace surco en la tierra, se fue con todo al reclamar su triunfo por la presidencia de Morena. Con la veteranía política que lo convierte en un gladiador se lanzó duro para advertir que este lunes asumirá la presidencia como un legítimo ganador. Mario Delgado no se quedó atrás y le endosó a Porfirio una intención traidora y aun golpista contra Morena. De graves y estúpidas calificó Porfirio las afirmaciones de Delgado. De ese tamaño están las cosas en el partido presidencial. ¿Qué seguirá? No se pierda el capítulo hoy en la Colonia Roma. Tiene miga.
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@RobertoCienfue1