Que Brozo o cualquier otro personaje público suelte el epíteto de “pinche” al presidente de México, en este caso Andrés Manuel López Obrador, nada aporta a México. Se reduce a un
intercambio de dardos ponzoñosos. Tampoco demerita en forma alguna al Jefe del Ejecutivo mexicano. Seguramente por ello ni siquiera López Obrador se tomó la molestia de aludir al adjetivo o al personaje que lo profirió.
Brozo sólo ejerció el derecho que tiene de expresar lo que le venga en gana en los espacios públicos que ocupa. Él sabe o debe saber las motivaciones del uso de un adjetivo, que se infiere atañe de manera directa a la figura presidencial de turno.
El adjetivo de Brozo me hizo recordar una de las máximas de Voltaire: “podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a expresarlo”.
Rechazo por un asunto de principios respeto a uno mismo, al prójimo, conciudadano y aún a la autoridad-los adjetivos, las etiquetas y los insultos. Es un asunto de civilidad, me parece. Pero también de utilidad y aún respeto necesario que las sociedades requieren y deben demandar para crecer, construir y debatir. Ningún insulto contribuye a estos propósitos, estos sí, de importancia nacional, democrática y trascendencia social.
El insulto, la grosería, el irrespeto entre personas socavan las bases de la convivencia social.
Tras el dardo verbal disparado por Brozo, una vez más surgió con vehemencia el cisma social y político que ha caracterizado a México en los dos últimos años. Un amplio sector, identificado política e ideológicamente con el presidente, salió en su férrea defensa. La otra parte, aplaudió a Brozo. ¿Quién gana y qué? ¿Quién pierde y qué? Nadie gana y nadie pierde del todo por que al final, cada quien se emboza así mismo y aísla. Se pierde sin embargo la posibilidad de diálogo, entendimiento y aún crecimiento.
Lo mismo ha ocurrido con López Obrador. Cada vez que el presidente dispara sus flechas verbales en las mañaneras, México se divide. Cada vez que usa calificativos como fifís, corruptos, neoliberales conservadores y otros bien conocidos, dinamita a una gran parte del país. La otra parte lo aplaude, festeja y ensalza a rabiar. ¿Quién gana? ¿Quién pierde? El país otra vez.
Más allá de adjetivos o epítetos, es un hecho que México está urgido y más en estos tiempos complejos de razonamiento, argumentación y diálogo. Por lo demás, el país también está urgido de periodistas que ejerzan su indeclinable derecho de examinar, criticar con argumentos y sobre todo
de proponer con fórmulas racionales y argumentadas los problemas y las soluciones a estos. Flaco favor se hace al país con un intercambio vil y soez.
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@robertocienfue1