¿Quién perdería más?

En el México polarizado que vivimos hoy, y en vísperas de que más de 90 millones de electores acudirán (acudiremos) a las urnas el ya próximo seis de junio, entre las preguntas sobre esa jornada, tantas veces anunciada como la madre de todas las elecciones, apunto una: ¿quién perdería más el primer domingo de junio: la oposición, aliada para disputarle a la 4T el poder político, o el gobierno de López Obrador, un trabuco político?

 La respuesta podría abrir un abismo insondable en México, como ocurre cada vez que los bandos en pugna se radicalizan y se tornan intolerantes y hasta peligrosos por el empecinamiento respectivo o la pobre visión del todo o nada. Peor aún cuando esto ocurre en el ámbito de la política.
México acudirá el domingo seis de junio a las urnas en un ambiente poco o nunca antes visto en las últimas décadas. La polarización se ha tornada prácticamente en una política pública, quizá la más exitosa de esta administración. Decir esto es ya a estas alturas una obviedad, pero se requiere apuntarlo.
Una nueva o segunda derrota de la oposición en los comicios que están en puerta revelaría -considero- no tanto el éxito del gobierno, que batalla en medio de una crisis profunda para sortear el vendaval desde Palacio Nacional, la primera trinchera del poder y una auténtica y aún asombrosa zona de combate estrictamente verbal. La derrota opositora sería en buena parte más la consecuencia de la propia incapacidad de ésta para ofrecer una propuesta coherente y viable al electorado nacional, después de una gestión gubernamental de prácticamente tres años, con resultados sobradamente evidentes en todos los campos de la vida pública del país.
Si la oposición pierde en la próxima cita electoral dejará ver su intrascendencia política, su escasa visión hacia el futuro y su amedrentamiento desde el poder, que le pisa la cola cada vez que lo decide. También será en ese caso, el reflejo de una pobrísima capacidad política de cara a un electorado, que con su voto preferiría mantener el rumbo nacional bajo la 4T que abrir una segunda oportunidad a quienes conoce y bastante bien, por cierto. Si la 4T derrota de nuevo a la oposición, la dejará en mal estado para cuando llegue a la competencia electoral del 2024.
Otra eventual respuesta sería que los políticos en las filas de la oposición, también taimados pero un poco menos que el activísimo López Obrador, estarían dejando que solito se enrede en el ejercicio del poder presidencial -aun con un costo muy alto para México- a fin de allanar el escenario para una resurrección en el momento y la circunstancias más adecuadas y cuando ya el país no aguante tanto estropicio, de tal forma que se les vería como el último recurso en un escenario de desastre nacional. Una apuesta francamente temeraria.
Pero lo cierto por ahora es que si la 4T gana, en parte será precisamente por la incapacidad opositora de armar un plan mínimo de acción en el que pueda confiar una población descreída, más que por los frutos que puedan atribuirse a una gestión que sigue pendiente prácticamente de un solo hombre, reacio a escuchar, delegar y nutrirse de lo mejor del talento de sus colaboradores aún los más cercanos.

Es previsible además que el efecto de una nueva victoria electoral de la 4T haga más soberbio el poder presidencial y las huestes que lo siguen, sin chistar, proponer o argumentar. ¿Para qué si mantienen el poder? Es previsible igualmente una exacerbación del poder que se hundiría con mayor fuerza y aún legitimidad en las partes blandas del sistema político del país, que incluirá una embestida directa y sin freno contra cualquier faro institucional que proyecte otras luces en la mar nacional.
Los electores mucho tendremos que meditar sobre nuestro voto, pero en especial sobre el sentido de éste en la circunstancia o coyuntura nacional. El seis de junio será un punto de inflexión mayor entre los polos que dividen en grados superlativos a los mexicanos. Estaremos obligados a proceder con responsabilidad y dar respuesta a qué será mejor para el país en los próximos años, a partir de lo que hemos visto ya de manera suficiente y sobrada en esta primera mitad sexenal, al menos conforme establece en este preciso momento la carta magna del país. Cualquiera de las opciones a la vista que elijamos será válida y respetable. De eso trata la democracia. Sea quien gane, sea quien pierda, ojalá observemos respeto porque después de todo tenemos un solo país, que es lo único que cuenta y debe prevalecer más allá de los apetitos e invocaciones de personas, grupos o sectores.

This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
@RoCienfuegos1