Hace un par de días, en Ciudad Juárez, Chihuahua, el presidente López Obrador puso en claro durante su tradicional mañanera, ahora itinerante, su optimismo, su excelente ánimo y su enorme gusto por las canciones que compuso y cantó el popular e inolvidable Juan Gabriel , grabado como “El Divo de Juárez”. Ni más faltaba.
Recordó que cuando se desempeñaba como jefe del gobierno de la Ciudad de México, Juan Gabriel lo esperó por horas en el Zócalo hasta que llegara hacia las 06:00 horas del día para interpretar sus temas más conocidos con una plancha repleta, llena, llena de gente.
En su mañanera en Ciudad Juárez, López Obrador instruyó incluso a su ayudantía para que pusieran el tema de Noa, Noa, que -dijo- le encanta, y prometió el pago de los derechos de autor por el uso de la canción.
De esta manera y sin duda alguna, López Obrador deja ver que como presidente es total y absolutamente diferente a sus antecesores, en especial a los denominados neoliberales, ellos sí, siempre con sus caras serias, adustas y hasta largas. Al menos públicamente si acaso alguna vez se les veía alguna sonrisa, pero casi siempre se les miraba casi solemnes.
Pero el hoy inquilino de Palacio Nacional se da el gusto y se toma el tiempo para recordar a Juan Gabriel, lo que deja ver que nada, ninguna circunstancia nacional, lo pone intranquilo, ni mucho menos le quita el sueño, duerme cada noche con su conciencia tranquila. Hace ver que gobierna un país donde gracias a la 4T y su inspiración todo marcha de maravilla a juzgar con base en sus propios datos.
Los mandatarios del periodo neoliberal, en cambio, nos anunciaban tiempos de vacas flacas, tiempos difíciles, o épocas completas de apretarse el cinturón. En este sentido, al menos, López Obrador sí que es muy diferente. Tiene toda su humanidad repleta de optimismo. Está convencido de que el país marcha mucho mejor que antes, durante el aciago periodo neoliberal, donde los presidentes se mostraban casi como esfinges ante el tamaño de sus responsabilidades y probablemente preocupaciones. No es el caso de López Obrador que tiene tiempo hasta para compartirnos y explicarnos los platos típicos de las distintas zonas y / o regiones geográficas del país que visita para constatar el magnífico estado de la República. Se da el tiempo además para informarnos cada mañana lo bien, qué digo bien, la marcha maravillosa del país.
A diferencia de los presidentes de la trágica, corrupta y violenta época neoliberal, nuestro actual presidente muestra cada día los progresos de México en prácticamente todos, para no decir todos, los ámbitos de la vida nacional.
López Obrador mantiene un optimismo a prueba de prácticamente cualquier situación gracias a los enormes avances, si no que la extinción de males del pasado neoliberal como la corrupción, el desastre sanitario, el mediocre crecimiento económico nacional, la herencia de hospitales a medio construir y a un paso del colapso, la fallida guerra militar al crimen organizado, y muchos otros fenómenos asociados a una época neoliberal maldita, entre ellas las masacres, que según López Obrador ya no existen en México gracias a políticas públicas tan acertadas como la resumida en la frase de “abrazos y no balazos”, y por supuesto de la emblemática “primero los pobres”, otro enorme acierto presidencial, así y el Coneval quién sabe por qué intereses inconfesables trate de desacreditar con sus datos, los del Coneval.
Hoy México vive una época transformadora pacífica y ordenada. Hay una plena división de poderes y se ha roto el contubernio entre el poder político y económico, que tanto daño y corrupción generó en México por varias décadas.
Hay algunos temas en los que aún falta concretar los progresos generalizados, como el auge criminal, algunas pugnas intestinas en el poder judicial, el medio ambiente y quizá algún punto por allí que de momento se me escapa. Pero se avanza prácticamente en todos los frentes, lo que sin duda nutre de optimismo, esperanza y fe al presidente, convencido hasta la médula de las bondades del proyecto denominado 4T. Estamos ante un presidente tan optimista, que hasta causa envidia a muchos, los resentidos, aquellos que sólo ven el vaso medio lleno, los que perdieron sus privilegios, son corruptos o los señores de la prensa vendida, afortunadamente ahora exhibida en el quién es quién en las mentiras, una edición especial que resuena desde el mismito Palacio Nacional, el epicentro del poder total.
Así que nada, nada, pero nada hace dudar ni siquiera un segundo al presidente de que vamos bien y lo que le sigue, requetebien, hay progreso, la corrupción es cosa del pasado, los militares son incorruptibles y ayudan mucho. Bueno, hasta los malos se han transformado en bien portados bajo el influjo de este cambio de régimen que inició en julio del 2018. Las familias mexicanas exhuman bienestar, la inseguridad va a la baja, hay hospitales casi casi equiparables a los que existen y funcionan en países como Dinamarca, Canadá o el Reino Unido, conforme la promesa presidencial. Allí, nomas. Los niños no mueren ya de cáncer porque hay abastecimiento garantizado, pleno y permanente de mil y una fórmulas. Es más, se acabó la corrupción que imponían las grandes farmacéuticas. La vacunación contra el Covid-19 va viento en popa y en octubre México ya estará vacunada la mayoría de la población, aun asi sea con la primera dosis, pero sólo por lo pronto.
Con Estados Unidos tenemos una relación tan buena por lo menos como la que imperó con Donald Trump, cuya presidencia resultó aliada para México, pero sobre todo, absolutamente respetuosa de la soberanía mexicana. Con Biden, si no es mejor, al menos se mantiene en muy buenos términos, a tal grado que la vicepresidente Kamala Harris ya nos visitó y promete una comunicación constante con México, como acaba de ocurrir este lunes 9 de agosto en que dispensó una llamada telefónica al presidente. Es tan buena la relación con nuestro vecino imperial del norte que nos están dando vacunas por millones. Así que vamos mejor que bien. Es el mensaje machacón de nuestro presidente, un optimismo que hace de las elecciones y aún de la consulta un verdadero triunfo de la democracia, así en el primer caso la propaganda de la prensa fifi haya contribuido al revés de la 4T en la capital del país, y de la consulta del primero de agosto, otro gran triunfo de la democracia participativa, instaurada por vez primera gracias a la 4T, así sólo hayan votado unos 7 millones de electores, pero es un triunfo al fin así y consuma tiempo y recursos de esos que le sobran a la 4T porque ya no hay corrupción y se generan ahorros casi mágicos con base en la austeridad republicana. En fin, que nada hay que nuble el ánimo, el entusiasmo y la fe del presidente, convencido de que al final su presidencia podrá inscribirse, tal vez con letras de oro, en algún nuevo altar patrio que seguramente muchos, si no es que todos los mexicanos, le tributarán como un sencillo, pero profundamente sentido tributo al optimismo, la fe y la redención de la patria.
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@ RoCienfuegos1