Descalificación

Vamos, al menos llama la atención la práctica recurrente en el gobierno de turno de la descalificación, del uso facilísimo del adjetivo como dardo, el estigma permanente de sectores completos, a la fórmula del “yo tengo otros datos” y sanseacabó, punto final.

Así que cualquier observador de la vida pública, debería al menos preguntarse si es que esta siempre utilizada táctica, estratagema o simplemente recurso, es válido para construir algo útil para todo un país, y en especial uno como el nuestro, tan diverso, complejo y poblado.

Asumir desde el poder o el ejercicio gubernamental que todo aquello que se oponga, reaccione, piense o actúe diferente a la prédica del Ejecutivo federal y sus adláteres, se equivoca, defiende sus privilegios, es corrupto o tiene una ideología ultraconservadora, resulta insultante per sé, y más grave aún, propina una herida grave para los sectores aquellos que también tienen en México su país, y que en consecuencia deberían también reflejarse en algún sentido -por mínimo que fuera- en el gobierno. Más recientemente, se recurre fácil y sencillo, al uso del concepto podrido y su consecuencia, la putrefacción

Conservadores, revolucionarios, liberales, homosexuales, religiosos, ateos, laicos, empresarios, empleados, mujeres, niños, jóvenes, hombres, ancianos, indígenas, y cuantas más personas pudieran ocurrírsenos, formamos parte de un solo México, tan rico como su enorme diversidad étnica, cultural, geográfica, política e idiosincrática. Esto, que pareciera demasiado obvio apuntar, parece que sigue sin comprenderse en el poder de turno y sus practicantes. Así, se sigue causando daño al país cada vez que se le mutila por segmentos y, se reivindica sin rubor alguno, una causa única, absoluta, total, definitiva, sin ningún resquicio para el otro, el distinto, el disonante incluso. En ese caso cae la loza para el sofocamiento, el aplastamiento, la descalificación perenne y la reivindicación de la razón desde el púlpito del poder y ya. A los otros hay que demonizarlos a ultranza y por sobre todas las cosas. Vaya visión nacional donde se impone el cisma entre presuntos ángeles del bien y los demonios malignos, irredimibles éstos últimos, basura en todo caso, o al menos estorbos, prescindibles claro para los hacedores del bien total, los incorruptibles, los infalibles, los que todo lo saben y todo lo pueden, los que se irán al cielo y estarán sentados a la derecha del padre, convencidos de que su obra no tendrá fin, y aún después resucitarán para juzgar a vivos y muertos porque se exige lealtad a ciegas, porque se está conmigo o se está contra mí. Así, sin matiz alguno y en nombre de una fe, la única con capacidad redentora.

¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Es posible que una razón de este tipo domine en México? ¿Habremos de aceptarlo sin siquiera chistar? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Podemos preguntar? ¿O acaso ya ni eso es válido so pena del dardo descalificador, ultrajante y estigmatizador?

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@RoCienfuegos1