Vaya panorama económico y social que acaba de dar a conocer el Banco Mundial para América Latina, México incluido por supuesto, para los años por
venir como consecuencia de la pandemia por el coronavirus.
Las secuelas por la pandemia, alerta el organismo, tomarán años en desaparecer en esta parte del mundo. Previene incluso que los países del área podrían sufrir una nueva década pérdida como la que sacudió a la subregión en los años 80´s en medio de la crisis de la deuda externa, los abultados déficit fiscales, la inestabilidad monetaria y otros fenómenos que en el caso de México motivaron políticas económicas asociadas o inscritas en el así llamado neoliberalismo económico, hoy blanco del repudio gubernamental de turno, en lo que marca el eterno péndulo que caracteriza a nuestros países, que se hacen y rehacen prácticamente al capricho de los vaivenes sexenales y sus personajes en boga. Esto con todas las consecuencias propias del drama de Penélope, esposa de Odiseo. En fin, así son los gobiernos en estas áreas geográficas, sometidas al ir y venir.
Ahora, como sabemos, recorremos un camino de retorno en numerosas áreas a las políticas que hace casi cuatro décadas fueron repudiadas en el discurso y la práctica oficial y que también entonces fueron consideradas irreversibles. Las paradojas después de todo del subdesarrollo político, seguido del económico y social.
Vea si no la disyuntiva en la que por ejemplo el presidente Andrés Manuel López Obrador ha colocado a sus pupilos del PRI, al instarlos a definirse entre Carlos Salinas de Gortari o Lázaro Cárdenas y López Mateos, en lo que calificó “una oportunidad histórica” para los tricolores. Vaya dilema para los otrora invencibles.
Mas retomando el informe del Banco Mundial, hay que verlo y tomar previsiones, así cuando el organismo esté llamando “de manera urgente” -imagínese las urgencias- a adoptar las reformas que impulsen el crecimiento y reduzcan las tensiones sociales.
El documento “Recobrar el crecimiento: Reconstruyendo economías dinámicas pos-COVID con restricciones presupuestarias”, hace ver que urgen -otra urgencia poco entendida y más desdeñada- ritmos de crecimiento por encima de los previstos en la década pasada para ayudar a que el impacto social y económico se revierta más rápido. México, aun con el repunte económico previsto este año, y el menor ritmo que se espera a partir del 2023, resentirá de mala manera los ritmos negativos de crecimiento económico que se registraron, antes de la pandemia, al cierre del primer año de gobierno de la 4T, y que en el mejor escenario podrían coincidir con los mediocres avances de la satanizada época neoliberal.
William Maloney, economista jefe del BM, dio la nota optimista al señalar que es posible hacer cambios para acelerar el crecimiento, aun y cuando ante los costos de la pandemia, habrá que hacerlo en un contexto de recursos fiscales reducidos.
Pero los hechos a la vista, aun para neófitos en la materia económica, indican que México seguirá a la expectativa de una reforma fiscal, pospuesta por razones políticas desconocidas o, al menos, poco conocidas y quizá más políticas que estrictamente hincadas en la racionalidad económica y la necesidad de mayores recursos fiscales.
Con base en un ritmo más rápido en las campañas de vacunación contra el COVID-19 y la caída de muertes, el organismo prevé que el crecimiento económico regional podría ser del 6,3% este año, pero sería insuficiente para suprimir la contracción del 6,7% del 2020.
En el caso de México y tras referir un desplome económico del 8,3% en 2020, la actividad económica se aceleraría a un 5,7% este año y volvería a achicarse al 3% en 2022.
Es de prever sin embargo que al cierre de este sexenio, en septiembre de 2024, el país estará con registros de crecimiento económico similares a los alcanzados en el periodo neoliberal. Nada nuevo bajo el esplendoroso sol que nos rige.
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@RoCienfuegos1