De cara al asesinato, uno más, de la periodista Lourdes Maldonado en Tijuana, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que no puede quedar
impune y convenientemente una investigación a fondo para castigar a los responsables de hechos que a muchos nos resultan abominables e inherentes a la barbarie que impera en buena parte de México por estos tiempos
No sin perder la oportunidad de que le dio el asesinato a balazos de Maldonado, López Obrador lanzó nuevos dardos contra los gobiernos que le precedieron, al sostener que una diferencia de aquellos, el suyo no permite la impunidad. Eso dijo. Eso se espera.
La obtuvo del presidente contrastó sin embargo con el reconocimiento hecho hace poco tiempo por nada menos que el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, quien admitió en una reunión con miembros del Mecanismo de Protección de Periodistas y Activistas de Derechos Humanos, que más del 90 por ciento de los asesinatos en México quedan en la impunidad. El porcentaje es dato de Encinas.
Sabemos que en menos de un mes, los periodistas Lourdes Maldonado, Margarito Martínez y José Luis Gamboa murieron asesinados en México. La cifra espanta, duele y preocupa. Pero este número de asesinatos no debería sofocar las voces críticas, ni infundir miedo, menos aún entre periodistas. De ocurrir eso, se consumaría una traición y se perpetraría un doble crimen. El silencio abonaría a la impunidad de quienes matan a periodistas a balazos y de aquellos que se solazan conque los maten para satisfacer apetitos e intereses inconfesables. ¿Se conocerá la verdad sobre por qué estos periodistas fueron ultimados? Mientras esto no lo aclaren las autoridades, campean la impunidad y la barbarie.
López Obrador dijo en su matutina de ayer martes que sus adversarios -quienes ya no deben preocuparse ni concitar su atención a estas alturas pues ya fueron declarados como derrotados moralmente- son muy hipócritas y deshonestos. Argumentó que utiliza estos lamentables casos, como el asesinato de periodistas, para atacar a su gobierno. Pero son peores los ataques que cobran vidas y silencio. Los ataques -que tampoco pudieron molestarlo a estas alturas de su gestión- los vinculó al coraje, mucho, que traen y también a la mucha molestia que sufren porque quieren que continúe -eso dijo- el régimen de corrupción y privilegios.
López Obrador dispuso una investigación a fondo del asesinato de la periodista Maldonado, ultimada fuera de su casa el domingo pasado en Tijuana, una ciudad fronteriza, de sobra conocida por sus índices de delincuencia.
Como sabemos, Maldonado recién ganó un litigio laboral a una empresa propiedad del ex gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, quien claro y de inmediato se deslindó del hecho de sangre. También sabemos que en marzo del 2019, Maldonado pidió apoyo al presidente ante el temor que sentía por su vida.
Entre las reacciones al hecho criminal, la delegación de la Unión Europea, más Noruega y Suiza, emitió una declaración para condenar el asesinato de Maldonado, cuya trayectoria profesional reconoció.
Recalcó que el asesinato de la periodista fue el segundo en menos de una semana en esa ciudad fronteriza. Dijo que este crimen “demuestra una vez más el muy preocupante grado de violencia e intimidación al que se enfrentan muchos periodistas en México”.
La declaración también recordó y lamentó que en 2021 fueran asesinados nueve periodistas en el país.
“Expresamos nuestra preocupación por la falta de resultados en las investigaciones abiertas para esclarecer casos anteriores de asesinatos de periodistas en México”, dijo la declaración. Es decir, impera la impunidad.
Esta declaración también llama a evitar que la impunidad cubra el asesinato de la señora Maldonado López.
Otras expresiones de condena al asesinato de la periodista incluyeron las del embajador estadunidense en México, Ken Salazar, y muy especialmente las de miles de periodistas del país, ya en forma individual, colectiva o gremial como el caso de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, que comanda el periodista Miguel Ángel López Farias. Todas estas expresiones, que anoche mismo retumbaron en Ciudad de México y un medio centenar de ciudades del país, tienen como eje común el repudio a los asesinatos de periodistas y la exigencia de poner fin a la impunidad que los ampara, y que constituye un doble crimen.
Pero es difícil, aunque no imposible, que bajo la presión de estas manifestaciones de duelo y exigencia de que se rompa la impunidad en lo que toca a los crímenes cometidos en contra de muchos periodistas en México, por fin se atajen éstos.
En un primer momento, al menos, también debería llamarse al cese ya del discurso político en boga desde el epicentro del poder político nacional en contra de los periodistas del país, estigmatizados, exhibidos públicamente como pocas veces en el México contemporáneo, vilipendiados, castigados, presionados, empobrecidos en muchos casos y hasta despedidos ilegalmente de sus centros de trabajo como, por ejemplo, en Notimex, la Agencia de Noticias del Estado mexicano, en un conflicto que suma casi dos años, y ha costado vidas y sufrimiento de periodistas dejados en el desamparo y víctimas de la ilegalidad..
¿Se atenderán estos llamados? ¿O se interpretarán como llamados cuya única finalidad radica en atacar al gobierno del presidente López Obrador de quienes -se considera así- siguen interesados en que continúe el régimen de corrupción y privilegios? ¿Terminará la impunidad? ¿O todo seguirá igual una vez que merme la ola de indignación que sacude al gremio periodístico y buena parte del país?
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@RoCienfuegos1