El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, que hoy inaugura el presidente Andrés Manuel López Obrador conforme a su compromiso de hacerlo en
coincidencia con el natalicio de don Benito Juárez, otro ícono político de este gobierno, resume contrastes y contradicciones entre las que se ha movido por más de tres años el máximo líder de la Cuarta Transformación. Veamos algunas, y señalemos que ni todo es malo ni todo es excelente en torno a esta obra de infraestructura aeroportuaria.
Que el AIFA es una obra austera, no hay duda, aun cuando la inversión inicial prevista, de unos 75 mil millones de pesos, se disparó a los 116 mil millones de pesos, un crecimiento presupuestal mayor al 30 por ciento. No hubo cambio en esto de los presupuestos destinados a proyectos gubernamentales y/o públicos, siempre se disparan por la razón que usted guste o se argumente.
Lo nuevo y diferente, que también lo hay, es que el AIFA fue construido por militares, ingenieros, muchos de ellos. Esto es un cambio radical respecto del papel castrense en obras de ingeniería e infraestructura para uso civil predominantemente. Otro cambio es que ellos, los militares, serán los administradores y operadores e incluso beneficiados pecuniariamente de la operación del AIFA. López Obrador les ha dicho y dado luz verde incluso para que de los frutos de este aeropuerto paguen pensiones futuras de militares en retiro. Otro cambio. No sé si bueno o malo, pero cambio al fin. El AIFA tardará primero en alcanzar su punto de equilibrio financiero. La idea es que lo logre en cuatro años más. Ya no estará en el poder el presidente López Obrador. Quizá el AIFA consiga su operación financiera sana, pero lo desconocemos, lo que abre una interrogante crítica.
El AIFA operará a partir de hoy como un aeropuerto híbrido, es decir, comercial y militar. Esto es algo inusual, poco común, así que ya se verá si se convierte en un ejemplo para el mundo.
Construido por ingenieros militares, el AIFA debería estar bien hecho ante la buena fama que tienen los constructores castrenses. Esto al margen del tipo de emblemas elegidos para la decoración y señalización de la nueva terminal aeroportuaria. Cosa secundaria en todo caso, aunque sui géneris si se quiere en el caso de un aeropuerto internacional como se presume.
Un punto débil; sin embargo, es que este lunes, cuando inicie sus operaciones el AIFA, no estará lista la conectividad terrestre, así el presidente y el titular de la Sedena, hayan formalizado el anuncio de que a la nueva terminal podrá llegarse en taxis aéreos, un servicio disponible únicamente para “fifis”, de esos que tanto repudia el presidente, y cuyo uso se aleja o resulta imposible de sufragar para los usuarios comunes y corrientes, y más todavía para la inmensa mayoría de los miembros integrantes en lo que de manera ambigua se denomina “pueblo”.
El AIFA es, a pesar de, un símbolo de su arenga contra el privilegio, el conservadurismo y la ostentación, según analistas.
Tras la multimillonaria cancelación del aeropuerto de Texcoco, con un costo estimado de inversión de unos 13 mil millones de dólares, construido más cerca del centro de la Ciudad de México y en suelo pantanoso, que según algunos expertos se hundiría con el tiempo, el AIFA está en un suelo más firme y con una inversión menor en un 50 por ciento.
El AIFA no reemplazará al “Benito Juárez”, sino que funcionará en conjunto, en una operación que se prevé sea simultánea, pero que aún plantea serias dudas sobre su viabilidad y que ocurrirá pese a la degradación a categoría dos del espacio aéreo mexicano ordenada por la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos en mayo del 2021 con base en el Programa de Evaluación de la Seguridad Operacional de la Aviación Internacional.
Se sabe que México ha formado parte de la categoría 1, salvo cuando se le degradó en 2010 y pasaron cuatro meses para que volviera a la categoría 1.
Así que una categoría 2 significa que las leyes o regulaciones de un país carecen de los requerimientos para supervisar a las aerolíneas o que la autoridad de aviación civil carece de una o más áreas, como experiencia técnica, personal entrenado, procedimientos de inspección o asuntos de seguridad, según un comunicado de la FAA.
Sobre las preocupaciones en torno al tiempo de acceso a la nueva terminal, López Obrador está poco preocupado. Hoy mismo, anticipó, demostrará que es posible llegar en 40 minutos desde el centro histórico donde él reside hasta el nuevo aeropuerto. El recorrido demostrativo lo hará a primera hora del día, quizá a las 05:00 horas, con bajo tránsito vehicular y seguramente con el aparato vial y de seguridad que utiliza en sus desplazamientos, algo que se descarta por supuesto para los mortales comunes de esta ciudad.
El nuevo aeropuerto solo operará en un principio con una ruta internacional, que hará Conviasa, la aerolínea venezolana que está bajo sanciones de Estados Unidos y solo viaja a Caracas.
Para minimizar el tiempo de traslado a la nueva terminal, el gobierno de López Obrador ha dicho que en el AIFA regirán, en lugar de las tres horas requeridas con anticipación a un vuelo internacional, los pasajeros solamente deberán presentarse dos horas antes y una hora en el caso de los vuelos nacionales.
Lo cierto, cierto, cierto es que habrá que constatar los dichos contra las realidades, un salto siempre complejo y lleno de retos. El tiempo pondrá a cada uno a su lugar, pero ojalá el AIFA resulte un éxito. Es apenas un deseo. La realidad se impondrá como siempre.
Ah, y un detalle final, cuando este lunes termine el boato asociado generalmente a las inauguraciones como la de hoy, a la que se espera concurran unos 1.400 invitados, seguirán muchos días más y trabajos asociados a la conectividad y la propia conclusión de esta emblemática obra de infraestructura, hecha predominantemente en tiempos de Covid-19.
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@RoCienfuegos1