Hay políticos que se convierten en problemas nacionales, esto como consecuencia casi siempre de sus obsesiones de poder.
Cuando esto ocurre, los países y sus democracias se exponen a peligros mayores, de efectos perversos e imprevisibles. Lo mismo pasa en países pequeños que aún en las naciones desarrolladas.
Un ejemplo diría prototípico del primer caso sería Daniel Ortega en Nicaragua, donde de excombatiente por la libertad y la democracia de los nicaragüenses, devino en un vulgar dictador, en un matoncito de sus propias prédicas y compromisos hechos allá hacia finales de la década de los 70´s. Lamentable papel de Ortega, quien tiene hoy ganado el peor lugar de la historia contemporánea de su país, así y siga usufructuando los privilegios y excesos de sus traiciones. Podría decirse incluso que peor que Anastasio Somoza, resultó Ortega, quien se hizo del poder con un discurso y una postura que contradijo durante el ejercicio de sus sucesivas presidencias. En todo caso, siempre será peor el político que se emboza, aquel que oculta y aún niega sus peores prácticas con base en un discurso, una prédica y un compromiso que utiliza para su propio encubrimiento. Al mismo tiempo y en todo caso, resulta menos peor aquel político del que se conoce claramente su verdadera idiosincrasia, que quien las oculta o disimula para lograr su objetivo de alcanzar el poder. Dicho de otra forma, es preferible y aun aceptable si fuera el caso, que el elector (es) conozca a sus potenciales gobernantes, a que ignore la verdadera identidad de éstos, muy hábiles, audaces y duchos en eso de ocultar su verdadero rostro.
El segundo caso citable es el de Donald Trump, un transgresor permanente del establecimiento político estadunidense, un asaltante del poder -conforme lo demostró el seis de enero del 2021- y un verdadero mentiroso, esto último avalado por expertos en psiquiatría de Estados Unidos.
De cara a la herencia política peligrosa de Trump, Estados Unidos celebrará elecciones intermedias la semana próxima, que de nueva cuenta pondrán a prueba la democracia de ese país, considerada sólida hasta antes de la llegada del magnate del ladrillo a la Casa Blanca y ahora ultrajada y aún endeble en grados tremendamente insospechados y aún inimaginables por las obsesiones de poder de este personaje.
Recién el miércoles y en vísperas de esos comicios, el presidente Joe Biden recordó una vez más: la democracia de Estados Unidos está en peligro, algo -insisto- no imaginado jamás antes de Trump, cuya obsesión por el poder fracturó al menos el sistema democrático construido por más de 200 años en Estados Unidos.
En un llamado intenso y aún desesperado para contrarrestar esta herencia trumpiana, Biden convocó a los estadunidenses -los sensatos, se espera- para que utilicen sus votos a fin de hacer frente a las mentiras, la violencia y los peligrosos “republicanos ultra-MAGA” que están tratando de lograr lo que no lograron en 2020: trastocar las elecciones. Biden dijo que nadie puede permanecer al margen de este fenómeno y advirtió que el “silencio es complicidad”, ante el riesgo de que los republicanos avancen su agenda enfocada hasta ahora en las prédicas de Trump.
Biden apuntó de manera directa a los republicanos “ultra-MAGA” —una referencia al lema de Trump “Make America Great Again” (Hagamos grande a Estados Unidos otra vez) _, al señalar que son una minoría, pero una “fuerza motriz” del Partido Republicano.
Biden también aludió el ataque doméstico del viernes pasado contra el esposo de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y dijo que las declaraciones falsas de Trump sobre unas elecciones robadas han “avivado el peligroso aumento de la violencia política y de la intimidación de los votantes en los últimos dos años.”
“Hay un aumento alarmante en el número de personas de este país que condonan la violencia política o simplemente permanecen en silencio”, añadió Biden. “Muy dentro de nosotros sabemos que la democracia está en peligro, pero también sabemos esto: Está en nuestras manos preservar nuestra democracia”.
Estos días y en las próximas elecciones, ha escalado el temor de violencia política e impugnaciones a la integridad de las elecciones. Biden desempeñó dos papeles en ese momento: Habló como un presidente que defiende los pilares de la democracia y como un demócrata que trata de aumentar las posibilidades de triunfo de su partido.
¿Le alcanzará?
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1