Es vox populi, la voz del pueblo, la máxima esencia de la Cuarta Transformación, que no hay quinto malo.
El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador acaba de iniciar, hace unas pocas horas, su quinto año de gestión, el último completo antes de entregar el mando constitucional a la persona que gane las elecciones del 2024. López Obrador tendrá un sexto año recortado a diez meses. Así que le quedan 22 meses para completar su cuasi sexenio.
Seguramente para muchos todavía resta mucho tiempo a López Obrador; otros disienten y asumen que se irán volando los meses, más aún porque el año que está a punto de iniciar, será uno intenso, agitado y política y electoralmente retador. Vienen las elecciones de los dos últimos bastiones de lo que queda del PRI, Estado de México y Coahuila. Morena va por ambos. Un triunfo moreno en ambas entidades significará prácticamente la sepultura del PRI. Pero una derrota de Morena encenderá las luces rojas en las filas guindas. Aún está pendiente si la alianza Va por México, se concretará y será capaz de contener la ola lopezobradorista. Hasta ahora, el escenario electoral en ambas entidades es todavía una incógnita, aun cuando el tiempo apremia. Lo que ocurra en Coahuila y en particular en el estado de México, cuna de los atlacomulcas, será crucial y aún definitorio, con repercusiones por supuesto no sólo para la elección de quien abandere al morenismo en 2024, sino para el futuro de éstos y aún del presidente López Obrador. Lo saben y por ello velan armas. No habrá allí sí medias tintas. La batalla electoral en la entidad vecina resultará a cuchillo y será total.
Vienen luego las decisiones partidistas de cara a la competencia presidencial. Otra guerra sin cuartel, en cuyos primeros escarceos lleva ventaja Morena, que tiene hasta el momento claramente definidos a sus contendientes. Se descartan sorpresas, al menos por ahora. Una de las tres personas que sobradamente conocemos será quien alce la bandera de la continuidad en nombre de la Cuarta Transformación, un movimiento denominado ahora “Humanismo mexicano”, cuyos puntales doctrinarios aún siguen sin ser entendidos y mucho menos explicados. Habrá que sumar afanes para conocer cuál es el contenido del concepto, apenas un enunciado.
La oposición política, si es que existe, aún nos debe mucho más que sus furibundas y vacuas cantaletas reactivas. Ninguno de los tres partidos presuntamente opositores tiene claro el rumbo y mucho menos la acción. Se han dedicado en buena parte a debatir lo que el presidente López Obrador les dice cada mañana y han sido mucho más que incapaces de articular una postura, crítica si, pero sobre todo propositiva para motivar y atraer a los millones de mexicanos que aguardan un paraguas confiable y serio para encauzar su malestar, en una espera excesivamente prolongada y escéptica ahora. Es de allí que surge una pregunta recurrente entre muchos mexicanos: ¿para dónde nos hacemos? O, peor aún, ¿volvemos al PRI, o al PAN? Los dos partidos ya gobernaron, pero sus pifias abrieron la puerta a López Obrador, y parecen ahora extraviados.
En tanto, López Obrador sigue haciendo de las suyas. El hecho de que, a su lado, los políticos de la oposición actúen como niños de teta, le abona al mandatario una enorme ventaja. De hecho, López Obrador les lleva una morena. Faltan políticos auténticos en México. Lamentable el papel dizque de los opositores, que siguen sin articular nada convincente para millones de mexicanos, que naufragan entre el descrédito de los políticos del PRI, PAN y PRD y la impotencia de observar a un presidente que según se dice es altamente popular, pero cuyos resultados son prácticamente exiguos en áreas críticas para México, pero para cualquier país.
¿Qué va a pasar en México? Que cada quien -político, grupo, partido o sector- haga sus apuestas. López Obrador es quien sigue jugando sus cartas en una mesa en la que la oposición está lejos de alcanzar su mano. ¿Para quién será bueno el quinto?
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1