Pocas certezas tenemos en estos días la mayoría de los mexicanos, en medio de una crisis
multifacética que se expresa de manera soterrada si se quiere, pero que está presente de manera cotidiana. Y ahora tenemos una menos de las escasas que nos quedaban.
El gobierno de la Cuarta Transformación, o el humanismo mexicano en boga, más un enunciado que un cuerpo doctrinario definido y preciso, acaba de socavar mediante una reforma electoral impulsada desde el poder y para el poder, la certidumbre electoral de la que ha disfrutado el país hace al menos tres décadas, con los resultados de todos conocidos. Citemos al menos un par: eficiencia organizacional de los comicios y resultados ciertos. Ambas garantías, sumamente importantes, de poco o nada valieron para derruir el sistema, fraguado y construido por mucho tiempo. De allí seguramente la resistencia que esta reforma generó, con excepción claro de los actores, seguidores y políticos interesados, de la 4T. Los “argumentos” para esa reforma, que prácticamente deja en los huesos el sistema comicial del país, abren más dudas que seguridades. Un sistema, dicen los defensores de la reforma, menos oneroso y facilitador de la democracia, así se horade el corazón del Instituto Nacional Electoral, y se pierda casi el 90 por ciento del personal largamente preparado y especializado para la organización, instrumentación y calificación de los comicios en este país, que entra de lleno en un mundo incierto en sus procesos comiciales. Vaya manera de hacer futuro. Qué pena. ¿Cómo construir así un país, moderno, democrático y a la vanguardia? Si damos diez pasos adelante y cien para atrás, todo en aras del interés del poder y su preservación por encima de todas las cosas y al precio más alto que uno pudiera imaginar.
Hasta donde se conoce y puede comprobarse, pocos mexicanos estábamos pidiendo una reforma electoral. La tarea ya estaba hecha con el INE, un organismo que en esta reforma prácticamente resultó el gran ausente para rediseñar y/o ajustar y construir su propio futuro. Antes que incorporarlo a su propia reforma, el INE fue satanizado desde el poder por motivos de igual forma, poco o nada claros, y que más bien alientan a la incredulidad y el temor. Es cierto, -como se ha insistido en este espacio- si lo que se quería es una mejoría del esquema electoral, habría bastado con llamar al diálogo, o incluso a hacer práctica la prédica presidencial de que “nada por la fuerza, todo por la razón y el derecho”. Pero nada. En este caso se avasalló primero con el envío de una reforma constitucional, que sabían inviable y luego a través del denominado Plan “B”, tan desaseado que aún un moreno de elevada prosapia como el senador Ricardo Monreal Ávila, lo reprobó y rechazó. ¿Cuál razón y cuál derecho? Los diputados de Morena, y sus satélites, ya se sabe, ni siquiera leyeron el documento, pero lo aprobaron. ¿Qué decoro hay en eso y qué tan caro nos puede resultar? Ninguno en el primer caso y elevadísimo en el segundo.
Y uno se pregunta el por qué de la embestida contra la base y estructura electoral del país. Las respuestas, lejos de dar certeza, alimentan una profunda incertidumbre y desconfianza que seguramente repercutirán en las próximas elecciones de México. Es claro que se hizo uso de la fuerza del poder, antes que de la razón. Es obvio que no hubo un proceder ajustado a derecho. Los hijos o los frutos de este proceder serán el desencanto, el abstencionismo y la manipulación de las urnas. Es inevitable. En pocas palabras, la burla del sentir y pensar del país, así sean útiles para preservar un poder que necesariamente será cada vez más arbitrario, pero que incubará al mismo tiempo nuevos ímpetus de carácter contrario al buscado justo ahora.
Qué lamentable, para decirlo de manera breve, que en lugar de enfocar las baterías del poder en consolidar un mejor futuro para los mexicanos, haya esfuerzos denodados para en el menos peor de los casos recorrer trayectorias circulares y vetustas mediante la deconstrucción nacional. Muy deplorable, pero más peligroso.
Por lo pronto y aun en medio de tanta incertidumbre en México, abro un paréntesis, absolutamente imprescindible, no sin antes desear a Usted y los suyos un invierno espléndido, colmado de salud, paz y felicidad.
@RoCienfuegos1