El panorama en cuanto a la disputa por la presidencia del país está ya lo suficientemente claro, al menos para quienes
quieran verlo. Cierto, podría haber algunas incidencias como consecuencia de los reclamos por una parte de Marcelo Ebrard, quien casi se convirtió en el maestro del suspenso cuando anunció la gran decisión que presuntamente daría a conocer el lunes 11 de este mes, la cual nunca llegó, y lo que falte por definir en los predios de Movimiento Ciudadano, cuyo líder Dante Delgado se ha tornado en un “cacha-ilusos” para que él y su tolda obtengan y/o ganen más posiciones y se consolide de cara al futuro. Se vale. Que cada quien hace su luchita para avanzar.
Pero lo estrictamente cierto es que ya están definidas las candidaturas presidenciales de Claudia Sheinbaum por Morena y sus bisagras -algo que aspira o en lo que podría convertirse MC-, y Xóchitl Gálvez, la virtual abanderada del Frente Amplio por México, más lo que pudiera sumarse.
Otra cosa prácticamente cierta es que México tendrá a una mujer en la presidencia para el periodo 2024-2030, un hecho histórico e inusitado. Por el lado de Morena, el presidente Andrés Manuel López Obrador podrá así acallar las voces, muchas de ellas femeninas, de que se comportó como un auténtico macho en el poder. Sería sólo especulación saber hasta qué grado, esto último influyó en su ánimo al momento de elegir a una mujer, Claudia Sheinbaum, para La Grande y aún para cederle el bastón de mando, pero seguramente algo al menos influyó en su ánimo la condición femenina de la ex corcholata.
¿Qué hacer ahora? Como dijo Sheinbaum, ni tarda ni perezosa, y más bien rauda, no hay tiempo que perder. Una primera movida de la ex jefa de gobierno fue la renuncia de Omar García Harfuch al frente de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, la antesala de la casi segura candidatura del ex jefe policial al gobierno de la Ciudad de México. Esta acción confirmaría entonces que Sheinbaum recibió, junto con el bastón en la ceremonia de El Mayor, la estafeta del poder para que tome las riendas del prolongado proceso que culminará el dos de junio del 2024. De ser cierto el relevo, López Obrador estaría cumpliendo su compromiso de hacerse a un lado y, al mismo tiempo, prepararse para su jubilación en La Chingada, su finca de Palenque, algo difícil de creer, pero no imposible de cumplir, y más bien deseable.
De cara a esta decisión del presidente -aun por constatar de manera fehaciente- Sheinbaum tendrá que prescindir de las muletas presidenciales, las mismas que le prestó para evitar su propio colapso tras el derrumbe el tres de mayo de 2021 de la Línea 12 del Metro con un saldo de 27 personas muertas y casi un centenar de heridas. Otras muletas le prestaron López Obrador a la ex jefa de gobierno en junio de ese mismo año, tras el revés electoral en los comicios de medio término.
Ahora, y tras el periodo de gracia y aprendizaje, Sheinbaum tendrá que asumir el liderazgo pleno. Será la mayor prueba de su capacidad política, con el arropamiento claro de las y los gobernadores del Movimiento, los candidatos o aspirantes del mismo y aún las figuras políticas que la acompañen, pero Sheinbaum será puesta sin duda a un examen de alta exigencia. Ya se verá. La perseguirá claro la sombra de Ebrard, sin que hasta ahora se sepa el grado de proyección de ésta.
Por el lado de Gálvez, las cosas serán aún más difíciles. Aun cuando tiene una biografía inspiradora para millones de personas, Gálvez está usando un vehículo prestado y maltrecho en cierto grado, al menos. Para la ex vendedora de gelatinas, la mujer que dio la espalda a la miseria en su natal Hidalgo y resultó una auténtica “self-made-woman”, será poco más que complicado establecer una línea ciento por ciento redituable porque hay varios conductores del transporte que la lleva. Habrá que realizar un trabajo supremo y arduo de organización y diseño de rutas con una sola meta en mente: el Palacio Nacional.
Como he dicho en este espacio, Gálvez tendrá que lidiar con los conductores de su bus, pero sobre todo estará obligada al ejercicio de una inteligencia absoluta para por un lado convencer dentro del transporte que la lleva y al mismo tiempo, ganar terreno entre quienes se asomen para verla transitar a los costados del vehículo. Será cuesta arriba. Necesitará además concentrarse en el mensaje, ella misma, y no desgastarse en un discurso trivial ni mucho menos intrascendente. En pocas palabras, Xóchitl tendrá que ser capaz de romper el dicho tiránico en grado superlativo de que más vale malo por conocido que bueno por conocer. ¿Podrá? Ese es el reto. Algo habrá que agradecer desde ahora: la cosa se puso buena, como nunca antes. Ojalá entusiasme y anime a millones de mexicanos. Es un deber.
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1