Ahora tenemos frente a nosotros todo tipo de argumentos para “explicar” el abanderamiento de la ex alcaldesa de
Iztapalapa, Clara Brugada, a fin de encabezar a Morena en la lucha por mantener el gobierno de la Ciudad de México, aun y cuando siempre estuvo en las encuestas por debajo de Omar García Harfuch, el ex jefe policial colocado en un sitial privilegiado de la palestra pública por la virtual candidata presidencial, Claudia Sheinbaum.
Se vale, claro. La argumentación es parte de la justificación sobre cuáles fueron los criterios, o el criterio, para que aun cuando el ex jefe policial, Omar García Harfuch, la aventajó con mucho en las encuestas -el método que los morenos han decidido para dirimir sus postulaciones- la señora Brugada fue designada para representar a la bandera guinda en la aspiración de mantener la jefatura de gobierno de la capital, el bastión emblemático de la “izquierda” mexicana, que bajo los membretes partidistas primero del PRD y enseguida de Morena, ha gestionado la primera urbe del país desde el ya lejano 1997, cuando el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas abrió la brecha con la promesa de una “nueva forma de gobernar” para un periodo que se recortó a dos años debido a la candidatura presidencial de Cárdenas en 1999.
¿Cómo es que Morena decidió que Brugada será su abanderada en Ciudad de México? Se argumenta que fue en acatamiento de la decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación en relación con el principio de equidad de género. “Ladies first”, pues. El argumento sería impecable si no fuera porque el señor García Harfuch fue llevado de la mano por Sheinbaum para que entrara en la competencia electoral. Esto pese a las preferencias presidenciales que siempre tomaron distancia del ex policía, con quien Sheinbaum siempre se sintió cómoda en cuanto los resultados que le generó a su gestión en el combate al crimen en la capital del país.
Es claro, aun cuando se niegue por razones de interés partidista, que Sheinbaum prefería a García Harfuch al frente de la Ciudad de México debido a su mejor posicionamiento para garantizar una votación de sectores capitalinos que se corrieron hacia el centro-izquierdismo o renunciaron de plano a la alternativa morenista en las elecciones de 2021, las así llamadas de medio término y que significaron un duro revés para el claudismo, si es que asumimos esta corriente dentro de Morena.
Es igualmente claro, aun cuando se niegue, que el abanderamiento moreno de García Harfuch habría significado la derrota del segmento militante e ideológico más duro de las guindas, aquél que se considera impoluto, el mismo que ha bregado desde los inicios de este movimiento, y el mismo que rechaza el vuelo de oportunistas -así ven a Omar-, sin el sello de la casa.
El virtual abanderamiento -que no elección- de Brugada satisfizo por supuesto a los de casa y borró del mapa el pragmatismo claudista, sobre en un tema altamente sensible como es el referido a la seguridad ciudadana en la Ciudad de México, que al igual que en el resto del país, es el más delicado e incluso el verdadero talón de Aquiles de la 4T en todos estos años de gestión.
Del bastón de mando mejor ya ni hablar. Claudia no logró ejercer su mando, así ahora recurra a la antigua frase presidencial de que ellos mandan obedeciendo. Es una frase bonita, pero infructuosa políticamente hablando, sobre todo a la hora de gestionar y cohesionar un gobierno, al menos en su primera etapa.
Lo cierto es que la decisión de borrar los números que daban ventaja a García Harfuch para decidir en favor de Clara, tendrá consecuencias, y no menores. Ya se verán en poco tiempo, cuando inicien las precampañas, sigan las campañas, se decida la presidencia y otras gubernaturas (ocho más), pero sobre todo si Sheinbaum logra atravesar triunfante el dintel de Palacio Nacional. Nada ocurre por casualidad y mucho menos en el ámbito de la política, así ésta quiera ser procesada como una ciencia exacta.
Roberto Cienfuegos J.
@RoCienfuegos1