El 2015 es otro año perdido para los mexicanos. País sin rumbo, mejor dicho, promotor de un Estado que no responde a las necesidades sociales y no gobierna: “desgobierna”. Es decir, que se “deslegitima” en los hechos, al no atender ni presentar soluciones a los
problemas primordiales de la sociedad, como es el caso de la seguridad, la alimentación, el trabajo, la educación, el salario digno, la salud, etcétera, la cultura. Todo eso que incluye el rubro de la política social y de atenciones prioritarias, como la inseguridad en el caso de México, que golpea a las familias y por tanto al corazón de la sociedad.
Pero además existe otro problema del que pareciera que como mexicanos no nos percatamos: la persistente incidencia, mejor dicho, “injerencia” de los intereses extranjeros desde que la llamada globalización nos absorbió, con Estados Unidos como el principal promotor de dichas políticas en Latinoamérica. Patrañas de “primer mundo”, la verdad es que la globalización llegó a países como el nuestro con las llamadas reformas estructurales para destruirlo como nación.
Porque las susodichas reformas no soportan la mínima revisión, desde el momento en que son adoptadas y, convertidas en políticas públicas por parte de los gobiernos, se han incorporado como garantes de la “gobernabilidad”, la “democracia” y del supuesto “bienestar”. Nada de eso ha sucedido, desde luego. Tres décadas de “reformas estructurales” en el país lo conducen como los cangrejos; a la inversa en terrenos como la seguridad, la “paz”, el empleo, la educación, la salud y la política social está siendo destruida.
Porque el Estado neoliberal deja todo al libre albedrío. Porque las decisiones de “desestructurar” al Estado ha roto paulatinamente toda la maquinaria estatal mediante la cual los gobiernos en su momento se erigieron —el periodo del desarrollo estabilizador—, ellos sí, en promotores del crecimiento económico y el desarrollo con preocupación social.
En otras palabras, el llamado bienestar de la sociedad fue enterrado con la llegada de las políticas neoliberales que se profundizaron con la susodicha globalización que trajo consigo el predominio de la financiarización de las economías globales o el predominio del interés del sistema financiero
Por tanto, las llamadas políticas con tinte social en México —como en muchos otros países— fueron destruidas durante las últimas tres décadas al colocar por delante los fines del interés privado tanto interno pero sobre todo externo, que en última instancia obedecen a los mecanismos de los corredores de las bolsas de valores como Wall Street, la Bolsa de Londres o el Bundesbank alemán.
Hasta allá corre la suerte de todos aquellos países que, como México, le entraron forzosamente a la globalización y antes fueron obligados a adoptar las políticas de “desestructuración” del Estado; es decir, la privatización de los activos o venta de las empresas paraestatales, la llamada liberalización del mercado o apertura de las economías internas al arribo de la competencia extranjera, el libre comercio o puertas abiertas al comercio desigual, mercado de trabajo libre —caída del salario, creciente desempleo— o abandono de la política social, etc.
Año con año se pierden las expectativas de las promesas iniciales desde la adopción neoliberal con De la Madrid y luego Salinas. Peña no sabe hacer otra cosa que adoptar las otras reformas estructurales, las que seguirán dañando al país. 2015 perdido para México. Otro sexenio igual. Desgobierno en un país sin rumbo. El 16 será peor.
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