Desencanto

SINGLADURA

Salvo los candidatos y sus compadres, se palpa un escaso optimismo entre los electores del país rumbo a las elecciones del cinco de junio próximo. El hecho,  lamentable en sí,  debiera ser un motivo más de alerta nacional y en particular entre los políticos mexicanos, que en buena parte siguen de espaldas a los grandes problemas nacionales.

El efecto inmediato de esta “atmósfera electoral” será sin duda el abstencionismo, que se anticipa inusualmente elevado para unas elecciones intermedias.

El cinco de junio unos 30 millones de votantes mexicanos están convocados a las urnas. Se decidirán  el primer domingo de junio 12 gobernadores, 388 diputados locales de 12 estados y 548 ayuntamientos de 11 entidades (en Oaxaca se elegirán solamente 153 por régimen de partidos y 417 por usos y costumbre). La Ciudad de México elegirá a 60 de los 100 diputados que conformarán la Asamblea Constituyente que elaborará la Carta Magna capitalina.

 

No es poco como puede colegirse lo que está en juego. Y sin embargo salvo –insisto- los candidatos y sus compadres, no sobresale un ánimo nacional importante y/o favorable a la participación en las urnas.

 

Las motivaciones de este pobre ánimo prelectoral podrían estar asociadas al descrédito en los políticos en general, al desgaste del sistema de partidos que rige en México y, sobre todo, pero muy probablemente, a la inutilidad manifiesta que se percibe con razón o sin ella del recurso del voto para cambiar el estado de cosas en el país.

 

La gente en general es simple en el análisis. Es creencia ciudadana generalizada que los políticos son la misma cosa, que sólo buscan su beneficio y que da igual votar por uno u otro porque al final será la misma historia: corrupción, impunidad, engaño y traición.

 

Para las elecciones de junio próximo, el  Consejo General del INE aprobó un presupuesto mayor a los 4,000 millones de pesos para los partidos políticos.

Esto significa que el costo del voto a favor del PAN seguirá en un promedio de 158.42 pesos. El del PRI, en 131 pesos y el del PRD de 228 pesos.

 

Los partidos medianos rebasaron el promedio, cerca de 300 pesos por voto. Así que se concluye que rige en México una democracia aún en construcción, altamente costosa y muy deficiente, esto último lo peor.

 

Con o sin razón, digo, la mayoría de los electores juzga inútil el voto para cambiar las cosas. Esta percepción revela el grado de escepticismo en la política, pero además un abatimiento generalizado de la conciencia cívica nacional que enfrenta la oportunidad del voto con desgano, si no que con una enorme frustración y un creciente encogimiento de hombros, que expresa el ¡qué más da! Si de todas formas el país seguirá igual, gane quien gane o vote por cualquier opción.

Se prevé incluso que el abstencionismo en la Ciudad de México de cara al Constituyente rebase el 70 por ciento del padrón electoral capitalino, lo que refleja el enorme desencanto ciudadano aun en la “politizada” capital del país.

De persistir estas tendencias socio-electorales, cabe preguntarse ¿qué queda al país si las elecciones dejan de ser la vía? ¿Habría que conformarnos con la indolencia ciudadana y el cinismo de los políticos? (fin)

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