LA CIUDAD PATERNALISTA
El consumo de bebidas alcohólicas (también llamada por algunos una droga legal) es responsabilidad de cada persona, de acuerdo al entorno, a la personalidad, a la familia, en fin, a diversas variables y principalmente al gusto de cada quien, un ser humano puede ser consumidor o no de estas bebidas.
Es responsabilidad del estado promover campañas contra las adicciones en general –incluido el alcohol—dados los crecientes problemas de adicción como consecuencia también de una descomposición social en franco desarrollo.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando el énfasis del estado está en la prohibición de la venta y no en las campañas contra las adicciones?
En estas semanas el diputado local Eduardo Santillán presentó una iniciativa para que las tiendas de conveniencia tengan horarios más limitados en la venta de bebidas alcohólicas, para detener el consumo y evitar accidentes según el propio Santillán me lo narró en los micrófonos de Grupo Radio Fórmula.
La realidad dista mucho de el discurso de utopía entorno al tema, históricamente con las recurrentes etapas de “ley seca” hemos sido testigos en la Ciudad de México que ese tipo de reglamentos lejos de disminuir el consumo, aumenta exponencialmente la corrupción. ¿Por qué el estado debe fungir como un padre protector y querer decidir cuándo uno de sus ciudadanos puede y cuándo no comprar y beber alcohol?
Estamos claros que el reglamento de justicia cívica, así como otros aplicables limitan la venta y el consumo de bebidas alcohólicas, cosa necesaria en cualquier sociedad no para intentar frenar el consumo sino para establecer normas básicas de convivencia. El hecho de pretender coartar la venta de bebidas alcohólicas a cierta hora no fomenta ni la convivencia ni detiene el problema de las adicciones al alcohol.
El programa “conduce sin alcohol” del Gobierno del Distrito Federal ha contribuido enormemente a evitar accidentes y fomentó la consciencia ciudadana, pero se trata de evitar el conducir en estado de ebriedad, más no evitar que las personas estén en ese estado.
Lo único que lograrán restringiendo más la venta y el consumo será aumentar la corrupción. Una ciudad entre más reglamentos tiene tiende a ser más corrupta, un lugar entre más prohibiciones tiene para sus ciudadanos más complica la coexistencia pacífica entre seres humanos.
Está en manos de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y del Gobierno del Distrito Federal hacer de esta ciudad un lugar de libertades con responsabilidad o, una ciudad paternalista donde el estado como gran hermano, decide qué debe y qué no debe hacer cada persona como si habitáramos en una especie de comuna del siglo XXI.
JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SOSA
www.lopezsosa.com
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