Europa recordó el 28 de junio el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del Imperio Austro-húngaro, que encendió los ánimos para el comienzo de una guerra devastadora que redefinió la geopolítica europea y dejó más de diez millones de muertos.
La Primera Guerra dejó en su seno herencias que aún perviven y muestra de ello, es el cambio del mapa geopolítico que sucumbió a Europa. Su reconfiguración en primera instancia, significó el fin del Imperio Austro-húngaro donde surgieron nuevas naciones con nuevos conflictos territoriales y nacionalismos, sobre todo en las naciones eslavas balcánicas que peleaban por el reconocimiento y el establecimiento de su independencia.
El imperio centroeuropeo contenía tantas nacionalidades como problemas mismos para mantenerse a flote. El fin del Imperio significó el principio de nuevos conflictos entre pueblos hermanos separados sólo por la religión entre musulmanes bosnios, católicos croatas y ortodoxos bosnios. No fue sino hasta 1995, que la balcanización de Yugoslavia condicionó el fin de aquel gran espejo imperial.
Otro imperio, el alemán, con el Tratado de Versalles, sufrió castigos severos que despertaron nacionalismos condensados en el paroxismo nacionalsocialista o nazi y que los partidos socialdemócratas y las organizaciones sindicales no pudieron parar, además de experimentar el fin de su empresa colonialista y la reducción de sus fronteras a las anteriores de la Guerra franco-prusiana de 1870, entregando Alsacia-Lorena y Sarre a Francia; Schleswig-Holstein a Dinamarca; Danzig a Polonia y Eupen a Bélgica.
También, un imperio más caería, el Otomano. Después de más de 500 años de existencia, uno de los imperios musulmanes (que no árabe) de la historia sucumbiría ante su trágica derrota. Presionada por los Aliados y los Jóvenes Turcos, el sultanato fue abolido en 1922, para convertirse en un hervidero religioso y nacionalista de los diferentes grupos que lo conformaban.
El desorden existente fue aprovechado por las Gran Bretaña y Francia para colonizar y establecer fronteras a criterio propio, sin conocer a profundidad, los lazos culturales y religiosos de la población. Fue tal el poco interés de armonizar a la región, que dejaron fuera de la repartición al pueblo kurdo y en Estados como Siria e Iraq, mantuvieron juntos a chiítas, suniítas, kurdos y alawitas, y nuevas entidades como Líbano, Kuwait, Palestina, Catar, Omán, Yemen, Sudán, Chipre, Libia, Túnez, Egipto, Rumanía, Bulgaria, Moldovia, Macedonia, Albania, Grecia, Armenia, Georgia y Turquía. Éste, fue el verdadero balance y final que dejo heredada la Primera Guerra Mundial y el mapa, se seguirá moviendo.
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