Poder, gobierno, sociedad: trípode en constante movimiento

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Ciertamente un Estado se conforma de fuerzas que le dan vida y que conviven en un complejo dinámico en el que el poder es el motor y objetivo primordial. El guardián de ese poder es, precisamente, el gobierno, que es el único legitimado para poder ejercerlo, pues de lo contrario, toda la vida social se volvería un caos en el que volveríamos a lo más primitivo de la raza humana. Por ello, la ambición por poseerlo se vuelve tan grande. Es tan preciado como el oro más puro, como el sabor más armónico o el olor más desquiciante. Se vuelve altamente adictivo, pues quien lo prueba difícilmente puede vivir sin poseerlo ni ejercerlo. Por ello, como buena droga, atrapa al adicto al grado de cegarle la razón y obligarle a hacer todo lo que esté en sus manos para poseerlo.

En esta lógica, la CNTE y sus movilizaciones, la SETEG, la APPO, el SME y otras menos conocidas –todas ellas respaldadas peor la izquierda radical mexicana– se vuelven instrumentos utilizados para un fin común; pernicioso, egoísta e igualmente injusto: la desestabilización nacional.

Cierto: esta táctica no es distinta a otras que se han hecho en otros países –sobre todo de América Latina– en donde el pueblo se vuelve en contra de sus gobernantes para imponer, por la vía democrática, a otro gobierno revestido de populismo y legitimado por el odio inducido y el rencor reiterado, inducido por megalómanos ávidos de poder.

México ha sacrificado muchos años de desarrollo y evolución en pos de la satisfacción de egoísmos y ambiciones desenfrenadas de un gran número de pretenciosos ego maníacos, que han impuesto sus ideas y visiones mesiánicas, a las necesidades de bienestar de la población. Hoy la CNTE, la SETEG y los grupos con tónicas similares que enarbolan banderas dizque “sociales”, son evidentemente instrumentos probados y recurrentes de especialistas en la desestabilización gubernamental cuyo único propósito es dinamitar y destruir para después reconstruir desde los cimientos del descontento, el odio y la desconfianza. Así se incrementan los bonos de los partidos y corrientes radicales. Así se arman complejas estrategias de cooptación del voto y su corporativismo. Así se legitiman los “mesías” bananeros cuya actividad política se basa en la crítica y la exaltación de los rencores y odios. Así se crean las mentiras que sustentan a los dictadores megalómanos.

Hago votos por que la razón domine en la población y no caigamos en la manipulación de la que pretenden hacernos objeto. México es más que la visión sesgada y obtusa de farsantes ambiciosos, cuyos fueros surgen de la mentira, el chantaje y la difusión del odio. Somos una nación habida de bienestar y desarrollo, lo que es incompatible con las necesidades y fantasías de quienes se muestran como poseedores de la verdad absoluta.

@AndresAguileraM