Ayer tuve la oportunidad de ver un post en una de mis redes sociales en donde se preguntaba: Si tuvieras la oportunidad de decirle algo al Presidente de la República, sin groserías, ¿Qué le dirías?. Las respuestas fueron variadas, no faltaron quienes
incumplieron, pero la gran mayoría, efectivamente sin insultos ni vituperios, coincidió en una premisa: Señor Presidente, le pedimos que quiera a México y que cumpla con la función que le fue conferida. Y yo me sumo a la petición, pues –sin lugar a dudas– nuestro país necesita que su liderazgo se fortalezca para que, con ello, el país pueda retomar la ruta del desarrollo que se trazó tras la culminación de la Revolución Mexicana.
A mi personal punto de vista, el Jefe de Estado tiene dos funciones fundamentales: unificar y dirigir; jamás mandar, jamás imponer ni –mucho menos– realizar acciones arbitrarias. Me explico:
Los problemas de desarrollo de México son más complejos que la condición política o de preferencias electorales, pues son condiciones que, desgraciadamente, año con año se van incrementando y cambiando conforme a las condiciones internacionales. En esta lógica, la historia nos ha demostrado que un país depende de algo más que de un monarca que imponga su arbitrio y así defina obra y destino del pueblo al que gobierna; pues para gobernar se requiere del apoyo popular que parte de la unidad, identidad y deseos de desarrollo. En esta lógica, la función de un Jefe de Estado –que no monarca– es la de generar las condiciones propicias para un bienestar general que se traduzca en uno individual.
Ciertamente no queremos a un mandamás que nos diga como vivir ni que hacer para ello, sino que nos dirija en un camino en el que todos podamos ser beneficiados del esfuerzo colectivo.
En esta lógica, el Jefe del Estado Mexicano debe ser un artífice unificador, cuya tarea sea la de encaminar esfuerzos al bienestar de la República y de los individuos que la formamos; que cuente con un cuerpo de colaboradores comprometidos con el bien público y dispuestos a realizar lo que sea necesario para cumplir con los las promesas de campaña, sin mayor adeudo más que con el Presidente de la República y su proyecto de nación.
Para ello, el Jefe del Estado deberá de buscar los mejores medios para generar empatía con la población, para que ésta confíe en su actuar, sin ello, el Presidente pierde legitimidad y ese necesario vínculo con la sociedad. Hoy el reto es ese: reencontrarse con la población a la que sirve para desarrollar su función con mayor eficiencia y eficacia.
@AndresAguileraM