Sé que el tema de la corrupción ha sido recurrente en los últimos tiempos. No sólo en México, en el mundo, la corrupción
gubernamental ha sido un tema socorrido, recurrente y que genera una gran indignación en la población. No es para menos, pues implica desconocer la propia naturaleza, origen y fin del Estado y su brazo ejecutor, el gobierno.
Cuando las personas encargadas de ejercer funciones gubernamentales ceden a la tentación de utilizar sus posiciones de poder para obtener ventajas indebidas, se pervierte su esencia virtuosa que es, precisamente, el origen de su legitimidad lo que, a su vez, mengua el poder coactivo del Estado. Así las cosas, podemos afirmar que el crecimiento de la corrupción es directamente proporcional al decrecimiento de su legitimidad; es decir, mientras más corrupto sea un gobierno —o su percepción como tal— menos legitimidad y respeto tiene de la gente a la que debe servir.
Ayer se dio a conocer la detención del Ingeniero Genaro García Luna, quien fuera el Secretario de Seguridad Pública durante el sexenio presidencial encabezado por Felipe Calderón Hinojosa. En torno a este personaje, giraron muchas historias, la mayoría con poco sustento, que lo mostraban como un hombre poco transparente y que —en el mejor de los casos— se había enriquecido al amparo de los cargos públicos que ostentó. A partir de la detención de ayer y los motivos que le dieron lugar y que fueron difundidas por las autoridades estadounidenses, existe una suposición —fundada— que la función de seguridad pública desempeñada por ese personaje fue corrompida por el poder del crimen organizado.
Según los datos proporcionados por las autoridades estadounidenses, el ex Secretario de Seguridad Pública había acordado proteger las operaciones delincuenciales del Cártel de Sinaloa, utilizando a las fuerzas federales que, en ese entonces, se encontraban bajo su mando, a cambio de grandes sumas de dinero.
Cuando alguien pone a disposición de intereses particulares o sectarios los instrumentos que tiene el Estado para dar protección a sus habitantes, se pervierte por completo la finalidad y la justificación de su existencia, lo que —a su vez— impide arraigo y legitimidad.
Según los datos difundidos por diversas agencias noticiosas, García Luna dejó de observar sus obligaciones como garante de seguridad de las personas, para volverse jefe de un inmenso cuerpo de seguridad y protección para la organización criminal encabezada por Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, a cambio de sobornos y extorsiones, lo que no sólo dejó al descubierto una gigantesca red de corrupción sino, además, lo podrido del sistema, así como la falta de valores y principios en el servicio público.
De resultar ciertas y comprobadas las imputaciones a quien fuera el hombre fuerte del calderonismo en materia de seguridad, estaríamos ante un caso grave de corrupción que traerá consigo consecuencias funestas para la vida de la República. La corrupción habría alcanzado sus niveles máximos en la historia del país.
@AndresAguileraM.