Reflexiones de cuarentena: La guerra y la economía (primera de tres partes)

La vida transcurre de forma distinta durante el confinamiento. Así, mientras la humanidad detiene su

 marcha ante una amenaza global, la Tierra y sus ecosistemas agradecen el freno a tanto movimiento. Sin embargo, nuestra incertidumbre crece al ritmo de las cifras oficiales. La autoridad reportó ayer martes que 5 mil 400 personas en el territorio nacional han sido contagiadas de COVID-19 y también que, lamentablemente, el número de decesos continúan en aumento. Mis condolencias a quienes han perdido familiares, amigos y conocidos.
Actualmente las preocupaciones crecen de forma exponencial. Estoy convencido que la posibilidad de perder la salud y la inestabilidad de la situación económica, actual y futura, son las que más agobian a la mayoría de los hogares. Y no es para menos. Independientemente de los análisis económicos que se difunden en los medios de comunicación, actualmente las familias recienten directamente los efectos del confinamiento, la incertidumbre respecto a su duración hace más agobiante la situación.
Lo que estamos viviendo es similar a lo que aqueja a las poblaciones en guerra. El confinamiento, las restricciones a los derechos de libre tránsito y reunión, así como el estancamiento de toda actividad productiva y no esencial, imperan en la práctica la auto imposición de un estado de excepción que, a su vez, trae consecuencias inevitables al momento en que se reestablezca la normalidad social.
Me parece que la última vez que el mundo entero vivió una situación semejante a la actual, fue durante las primeras décadas del siglo XX. Se vivía una sobre exaltación del liberalismo. El imperialismo y la colonización lograron que la mayoría de las naciones se identificaran en bloques vinculados directamente a alguna de las potencias. Las grandes empresas industriales comenzaban a formar consorcios transnacionales que les permitían incidir en la economía de prácticamente todas las naciones del orbe; ahí fue donde un puñado de familias lograron tener el control de la economía global que, incluso, aún en nuestros días mantienen. En tanto este expansionismo voraz aumentaba, en la misma proporción lo hacía la pauperización de las clases trabajadoras de la industria y el campo.
La pobreza, el hambre, la sumisión y la desigualdad fueron tónicas características de este tiempo, así como el descontento y los rencores entre clases que fueron detonantes para levantamientos armados enarbolados con banderas sociales. Aunado a lo anterior, los ánimos expansionistas de las potencias europeas, así como un incremento en la carrera armamentista, conjuntados con viejas rencillas políticas llevaron al mundo a lo que se conoció como la Primera Guerra Mundial.
La carrera armamentista, así como el estado de guerra por el que atravesó Europa, trajo consigo grandes problemas económicos porque, literalmente, la vida social se detuvo. Ahí fue el comienzo real de la peor situación económica del mundo: una guerra aunada a la pandemia de Gripe Española que, por si sola, acabó con la vida de entre 40 y 60 millones de personas en el orbe.
@AndresAguileraM