La enfermedad avanza y no deja tregua. Ya estamos en la fase 3 del plan de contingencia, pues el número de contagios crece de forma exponencial. Hoy hay más de 9 mil
contagiados y más de 800 lamentables defunciones. Seguimos en casa y, ahora, más que nunca, se endurecen las medidas para garantizar la sana distancia.
Nuevamente la reflexión histórica implica las letras de esta colaboración pues —considero— existen muchas similitudes con lo que estamos viviendo hoy en día, como lo es esta situación anómala generalizada en el orbe, debido a una contingencia que trastoca la totalidad de la vida social mundial. Era la segunda década del incipiente siglo XX y el mundo estaba inmerso en guerra y en los problemas posteriores ocasionados por ella.
No había comercio con Europa, en donde la gente estaba confinada por toques de queda y ataques generalizados. La gente no salía de sus casas, no podían trabajar ni, mucho menos, socializar. Las libertades de tránsito, reunión, asociación y de prensa, formalmente estaban detenidas. Adicionalmente, los excesos propios de la situación beligerante impedían el ejercicio libre de los derechos intrínsecos al ser humano.
Esta situación también trajo hambrunas y depauperación. De nada servía contar con riquezas, cúmulos de metales preciosos, joyas o influencias. Hubo descontrol, excesos y abusos de acaparadores. Además de la pérdida de vidas humanas producidas por el propio conflicto bélico, las enfermedades y las pandemias cobraron otras tantas más.
Estados Unidos, por el contrario, resultó económicamente fortalecido y se volvió el centro de la economía mundial. Al término de la guerra, incrementó sus producciones, garantizó consumos internos e incrementó exportaciones, lo que trajo consigo una fuerte actividad financiera y, consecuentemente, especulativa junto con el incremento de deuda. Los abusos y excesos de un sistema liberal y depredador, trajo consigo la crisis económica más grande del siglo XX, conocida como “La Gran Depresión”. La economía y la producción cayeron a niveles insospechados. El desempleo, la desolación y la depresión comunitaria se incrementaron exponencialmente, así como un símil del “mal humor social”.
Ante esta dramática situación, por primera vez en la historia un gobierno de occidente tomó la determinación, osada y valiente, de realizar acciones que incidirían directamente en la economía, trastocando los principios del liberalismo preponderante, a través de un programa gubernamental conocido como el “New Deal”, tendientes a retomar la ruta de la estabilidad económica.
En estos días vivimos un escenario similar. El confinamiento al que nos hemos sujetado comienza sus estragos en las economías de todas las naciones. El tan mencionado neoliberalismo ha dejado en claro que no basta la buena voluntad del mercado y sus reglas, hace falta quien las encauce y dirija. Sin embargo, parece que no hay ningún líder que tenga los tamaños y la visión de Estado necesaria para hacerle frente a este dramático problema.
@AndresAguileraM