El COVID-19 sigue expandiéndose en nuestro México. Los números indican un incremento considerable de contagios y lamentables
defunciones. Mil contagios por cien defunciones al día. Se han potencializado por lo que, ahora —más que nunca— debemos mantenernos enclaustrados y distanciados de los demás. Pronto pasará. En tanto, vuelvo a la reflexión histórica que les he compartido sobre los efectos económicos tras las grandes guerras del siglo pasado.
La gran crisis económica del siglo XX trajo graves problemas en el orden mundial, la principal: el inicio de la Segunda Guerra Mundial, que es —sin duda— el conflicto bélico más sangriento y oscuro de la historia de la humanidad. Sus antecedentes se remontan, innegablemente, a dos “grandes” sucesos: la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión.
La economía alemana se encontraba en ruinas tras su derrota en la guerra, al tiempo que resentían directamente los estragos ocasionados por la gran depresión. Existía una “moral pública abatida”. No había empleos, el dinero circulaba poco, la carga impositiva aumentaba para pagar las deudas. Había un malestar generalizado entre los alemanes y un rencor recrudecido contra el mundo y las potencias que los habían vencido.
Todo ello trajo consigo un sisma político importante que, tras varios intentos de reorganización —incluida la República de Weimar— apareció un movimiento fascista, que apostaba a exaltar el orgullo alemán y ofrecía un nuevo régimen en le que Alemania sería el nuevo centro político, económico y social del orbe: el Nacional Socialismo, con Adolf Hitler a la cabeza.
En una sociedad con la moral por los suelos, depauperada y agraviada por los efectos de la guerra, el discurso fascista encontró un campo fértil de proliferación. Exaltó el nacionalismo a grados extremos, con lo que llevó a promover y realizar acciones crueles e inhumanas. Alemania y sus aliados —Italia y Japón—llevaron a cabo invasiones y expansiones bélicas, lo que culminó en una de las guerras más sangrientas de nuestra historia.
En este tiempo la economía del mundo nuevamente cayó. La mayoría de las acciones productivas de todas las naciones se encaminaron a proporcionar bienes y servicios para la guerra. El comercio internacional dejó de existir, la especulación comercial, los precios de productos y servicios fueron inestables. Nuevamente hubo desempleo, depauperación e incertidumbre. El mundo y su dinamismo se detuvieron inmisericordes.
Al término de la guerra, el mundo acabó devastado. Además de los juicios de los crímenes de guerra cometidos, había que levantar económicamente a los países europeos y al mundo en general. Las reglas del mercado, frías y voraces, no eran suficientes para enderezar el cause de normalidad. Se requerían, necesariamente, la acción de factores de poder que reencausaran la actividad económica, ahora con una visión y misión eminentemente sociales. Los estados nacionales se vieron obligados a actuar para recobrar la normalidad y el dinamismo de las sociedades.
@AndresAguileraM