Durante poco más de un año el mundo se ha enfrentado a una emergencia sanitaria sin precedentes. La pandemia decretada a nivel mundial por el Sars-CoV-2 o COVID 19, transformó de forma dramática la vida de las sociedades del orbe. Las reglas de convivencia cambiaron, las presencias se sustituyeron por llamadas y videoconferencias. Sin embargo, la falta de actividad, movilidad, tránsito y dinamismo gestó otro tipo de male cuyos efectos aún no hemos alcanzado un divisar.
La falta de movimiento se ha traducido, lamentablemente, en estancamiento económico. Y no sólo hablamos del flujo comercial a gran escala entre las naciones o grandes corporaciones, que sin duda se han visto afectados, sino a esa de la que depende la subsistencia de millas de millones de familias en el mundo; esa que se practica en las pequeñas poblaciones, en las comunidades y las colonias; esa que su inactividad genera zozobra e impide la subsistencia de millas y millones de personas en el orbe.
Nuestro país no es la excepción a esta última situación. En América Latina, la Comisión Económica para América Latina (Cepal) consideró a México como una de las economías más afectadas por la pandemia, padeciendo una contracción de poco más del 6.5% de su Producto Interno Bruto (PIB). Esto, en cifras podrían no decirnos mucho, sin embargo, los efectos se perciben diariamente en las calles de la Ciudad de México.
Pese a los riesgos sanitarios que implica mantener la movilidad, una gran mayoría de los habitantes de la capital de la República y su zona conurbada, no sólo dejaron de lado el confinamiento, sino que se vieron obligados a regresar a una movilidad obligada para encontrar medios de subsistencia pese a los riesgos que ello implica. Lisa y llanamente salieron a buscar sustento aún y cuando en ello, litera, se les fuera la vida.
Hoy la zona conurbada del Valle de México es una de las más afectadas del país en materia de disposición hospitalaria en materia de COVID 19. Los hospitales están casi al máximo de su capacidad y el número de contagios, lamentablemente, sigue en aumento y no se vislumbra que ello varíe en las próximas semanas. La movilidad ha traído una mayor dispersión del virus, lo que, aunado a la falta de conciencia y responsabilidad, ha generado un incremento considerable en el número de infectados y, también, lamentablemente en víctimas mortales.
Sin temor a equivocarme, la parte más lamentable de esta situación es que la falta de una contención efectiva de para evitar el contagio, así como una estrategia gubernamental eficaz de prevención y activación económica ante la situación e pandemia, están llevando a la pobreza a miles de familias que hoy están desprotegidas ante la inacción económica y la pérdida de empleos, producto de la falta de apoyos a quienes los crean: la empresa.
Y no es crear estímulos o apoyos para favorecer a los favorecidos, sino para proteger y mantener los empleos existentes, lo que hoy, desgraciadamente, pareciera no ocurrir, en ánimos de preservar una idea equivocada de la realidad, basada en consideraciones prejuiciosas e ideologizadas.