#8M: la violencia y sus gritos de rechazo

El ocho de marzo ha sido una de las fechas más emblemáticas para nuestro país en los últimos tiempos, no

sólo por el incremento —por demás considerable— de la violencia contra la mujer, sino por el número de mujeres que año con año se manifiestan en contra de esta funesta situación que hoy, más que nunca, es visible y palpable para el país y el mundo.

Los casos no solo incrementan en número sino en brutalidad. Más de 122 mil mujeres fueron víctimas de algún delito durante el año 2022, de las cuales, el 73% —es decir, casi 90 mil— denunciaron haber sufrido algún tipo de lesión. La violencia de género, en todas sus formas delictivas, tuvo su cifra más alta: 5 mil 525 casos, en tanto que se reportaron 3 mil 765 denuncias por extorsión a mujeres y 1 mil 910 casos de corrupción de mujeres menores de edad. 

Si bien es cierto que las cifras de feminicidio disminuyeron en 4% en relación con el año anterior, no pasa desapercibido que durante el año pasado 968 mujeres perdieron la vida por su condición de género, es decir 3 mujeres por día; en tanto que el homicidio doloso (intencional) aumentó en 2.1% al pasar de 2 mil 749 en 2021, a 2 mil 807 en 2022, lo que se traduce en que 8 mujeres fueron asesinadas diariamente durante ese año.

Cada número es una familia destrozada por la violencia de género; es una madre, hija, nieta, tía, sobrina o amiga que fue violentada por el hecho de ser mujer; son miles de sueños y añoranzas destrozados y una infinidad de oportunidades de mejora para las familias, comunidades y para el país entero que se pierden ante la brutalidad y la desmesura.

En paralelo, hoy más que nunca, el papel de las mujeres cobra especial relevancia en la vida social. Ya sea en las labores del hogar, el desempeño de artes y oficios, la realización de trabajos profesionales, la dirección de empresas, el desempeño destacado en las ciencias, las artes, la política y en la academia, su desempeño y participación resultan más que notables y reconocidas. 

Al tiempo, pero desgraciadamente sin la misma celeridad, se rompen los estigmas y roles de género que injusta e injustificadamente les fueron impuestos a modo de convencionalismos sociales. Hoy hay un poco más de conciencia en los varones sobre las condiciones de equidad; sin embargo, los esfuerzos no han sido suficientes para romper el llamado “Pacto Patriarcal” que hace que, en gran medida, se invisibilicen muchas formas de violencia que, aún en nuestros días, se siguen considerando parte de la cotidianidad.

Desgraciadamente persisten: la minusvalía en la retribución de trabajos de igual calado y responsabilidad, la discriminación de contratación para las mujeres que se hace patente por su condición de madres de familia o por encontrarse en edad reproductiva, la violencia laboral por las mismas circunstancias, hasta llegar a la violencia verbal y psicológica con fines de acoso y amedrentamiento, pese al gran esfuerzo desarrollado por hombres y mujeres que pugnan por una equidad efectiva y real. ¡Vaya! Hasta en el ámbito político las mujeres son evidentemente más atacadas, con mayor virulencia y crueldad, que los varones que se dedican a la misma profesión.

Hoy damos pasos importantes hacia la equidad, sin duda la conciencia social ha incrementado, sin embargo, también es cierto que persiste ese “pacto patriarcal” que cada día encuentra nuevas formas de manifestarse y que se resiste a desaparecer. Hago votos porque la razón y la justicia se impongan ante la discriminación y el menosprecio, para hacer efectivos los reclamos que con gritos de rechazo se espetan al unísono cada 8 de marzo, pero que indistintamente ensordecen diariamente a quienes deseamos una justicia de género efectiva.

@AndresAguileraM