Para “Chucho”
Desde que tengo memoria, mis intereses se vincularon estrechamente hacia el servicio público. Sin duda la parte de la política se hacía presente en mi formación personal pues, desde niño, viví varios de sus rostros.
Derivado de ello, determiné –quizá irresponsablemente– que el estudio del Derecho era la mejor opción para que fuera el punto de partida de una vida que habría de consagrarse al servicio público, ya que siempre será parte importante de la vida política, pues es en las leyes donde se materializa la política y, con ello, se brindan los elementos para el ejercicio del poder público y del gobierno.
Ya en las paredes de la Universidad, conocí el peso de un valor necesario e indispensable en la vida de toda sociedad, que se ha vuelto un reclamo sentido de millones de mexicanos: la justicia. Esa palabra que su sola elocución implica cientos de acepciones que abarcan un solo concepto, perceptible sí en su presencia o en su ausencia, indefinible con frases sencillas que llaman más a la equidad, al equilibrio o la justeza y que, hoy más que nunca, pareciera más ausente de la vida de las sociedades modernas. Así comprendí que la política sin justicia deja de existir y se vuelve hueca, insulsa y vacía.
Ante el nuevo panorama, inicié la prestación de mis servicios profesionales al gobierno mexicano. De las experiencias acumuladas, aparece un tercer punto que considero indispensable para el triunfo de cualquier gobierno: el bien público, que se vuelve bandera y añoranza, que se aparece en frases de campaña y que, desde hace varias décadas, han sido sólo un puñado de promesas incumplidas.
Hoy, tras varios años de haber salido de la universidad y trabajar para el gobierno mexicano, veo con tristeza que el bien público no deja de ser un anhelo inmaterializado. Gobiernos, principios e ideologías van y vienen; funcionarios públicos llegan con promesas renovadas y bríos alentadores, pero con resultados pobres que parecieran alargar la convalecencia de un enfermo sentenciado a muerte.
Por eso afirmo, sin temor a equivocarme, que quienes estamos en el servicio público debemos, como obligación moral y con principios sólidos, mantener la ruta para lograr el bien público, para materializar las exigencias de la gente por hacer que el gobierno sea un instrumento eficaz que brinde bienestar, para así estar en condiciones de heredarle a nuestros hijos un mejor país que el que recibimos.
@AndresAguileraM