Al adentrarse el sexenio en su fase final, en el cráter de Palacio Nacional comenzó a dispersarse cual flujo piroclástico
la falsa percepción de que López Obrador era invencible y de que su partido Morena inevitablemente repetiría el triunfo en 2024.
Esta narrativa derrotista fue reforzada por analistas, medios de comunicación y redes, incluso por los propios militantes de los partidos de oposición (entrar a los chats de panistas producía depresión), hasta llegar al nivel de calle para continuar esparciéndose esa nube negra de boca en boca, que resulta la publicidad más convincente. Y una percepción rebotada por todos los espejos no podría estar equivocada… ¿o sí?
Poco ayudó a crear confianza el hecho de que, a lo largo de los últimos meses, el pacto entre las dirigencias de los partidos de oposición: PRI, PAN y PRD, tantito se hilvanaba y tantito se deshilvanaba, en un intento que más parecía una estrategia para sobrevivir y repartirse el mayor número posible de posiciones que, al final del desastre presagiado, les permitiera conservar prerrogativas económicas y migajas de poder. Ninguno transmitía convicción de ganar la Presidencia, y menos aún, agilidad y energía para reaccionar asertivamente ante los palos que día a día venía dando a la democracia el presidente, con la ayuda de sus serviles.
De pronto, algo pasó que cimbró la tierra donde la desgana y el pesimismo estaban asentados. Irrumpió en la escena un personaje que modificó drásticamente la creencia de que no había oposición que pudiera vencer a Morena, logrando elevar en cuestión de días el espíritu de la gente, en especial de la clase media. El entusiasmo ciudadano prendió a la clase política, en un sentido y en otro.
Al denostarla públicamente y negarle el acceso a la mañanera para ejercer su derecho de réplica, a pesar del amparo que portaba, el presidente puso sobre ella el reflector. Xóchitl Gálvez se envalentonó y, con el humor y la irreverencia que la caracterizan, desafió al poderoso y exhibió al rey desnudo. Xóchitl se convirtió de la noche a la mañana en el personaje “3 en 1”, pues logró encajar al mismo tiempo en los tres roles protagónicos de la narrativa oficial, tan bien posicionada en el imaginario colectivo: Víctima, Héroe y Adversario.
Xóchitl Gálvez mejoró la historia que durante 25 años se dedicó a contar López Obrador, ya que, en esta versión, el Pueblo dejó de ser Víctima al superarse a base de esfuerzo, llegando a lo más alto por mérito propio. No heredó su riqueza ni despojó a nadie, ella la produjo. No la puso ningún hombre en el poder, ella llegó por sí misma. Xóchitl es una mujer indígena, de origen humilde, que hoy no llega a suplicar ayuda ni a pedir limosna, llega a ejercer su poder. Un personaje así es capaz de conectar tanto con el sector de la población al que le habla López Obrador todos los días, como con otros sectores con los que ha emprendido una guerra a muerte, como son la clase media, esa que aspira a superarse, y la clase alta, esa que reconoce el éxito como una cualidad y no como un pecado mortal.
La narrativa populista en la que López Obrador se presume como el héroe que llegó al poder para salvar al pueblo/víctima, se le volteó en contra. Preparó durante años el terreno en el que la historia de Xóchitl puede germinar y atrapar a su propia feligresía. Dicen que para que la cuña apriete debe ser del mismo palo, aunque en este caso, Xóchitl no es precisamente del mismo palo que López, es más bien caoba junto al triplay presidencial. López es una buena imitación de pueblo, pero no es pueblo; presume de ser el salvador de los pobres cuando en realidad su objetivo es multiplicarlos y utilizarlos. Él es una fábrica de mentiras en las que se sostiene su gobierno. Por el contrario, Xóchitl es real. Y bastante más natural y simpática que cualquiera de las aburridas corcholatas.
¿Qué pretende el presidente al atacar todos los días con virulencia a Xóchitl? ¿Qué pretende al burlarse de sus orígenes? ¿Qué pretende al utilizar las instituciones del Estado para fincarle delitos inexistentes? ¿Qué pretende al contar una versión falsa de la vida de Xóchitl? ¿Qué pretende al negar su identidad y convertir sus logros en lodo? ¿Qué pretende al gastar millones de dólares en softwares como Geomatrix para esparcir masivamente una imagen torcida de la mujer?
Quien piense que está tan desesperado como para perder la cabeza está equivocado. Se trata de una estrategia maquiavélica, pero muy bien pensada. Quiere ser él quien cuente primero la historia de Xóchitl a su base de electores, a su modo, porque el que pega primero, pega dos veces. Una vez manchada su imagen, resultará difícil cambiarla. Simple psicología de masas.
Al ser Xóchitl el blanco de los ataques del Estado, las cosas pueden dar muchas vueltas todavía. Hasta ahora, ha estado a la altura del merenguero en el duelo de albures, sus respuestas a las injurias del presidente han sido rápidas y certeras, alzando carcajadas y admiración. Pero no nos engañemos, no es un superhéroe, es una mujer de carne y hueso luchando contra el dragón que representa todo el poder del Estado. Por más recursos personales que tenga, cabe la posibilidad de que acabe desgastada, tanto ella como su imagen. Necesita que la arropen los partidos del Frente, en todos sentidos, empezando por el PAN, cuya dirigencia y pesos pesados tenían otros planes y no les agrada que lo acabe abanderando una outsider que ha ocupado cargos en su bando sin aceptar ser una militante.
Sobre todo, se necesita que la ciudadanía alce la voz para exigir que se detengan los ataques del bully presidencial contra los aspirantes de la oposición, de forma que entienda que su vileza le está haciendo mella. También hay que activarse en las redes para neutralizar el ataque por aire. Creativas y espontáneas iniciativas están surgiendo de la ciudadanía, como la de pegar sobre las bardas con propaganda de las corcholatas carteles que rezan: “Clausura Ciudadana”, acompañadas de las leyes electorales que están violando.
Por otra parte, no conviene que sigan declinando los demás aspirantes a la candidatura a favor de Xóchitl, pues nada está escrito y se necesitan perfiles sólidos que sostengan al Frente y le den legitimidad al proceso de selección en las siguientes fases, de tal forma que, si algunos llegan a caer al estar bajo metralla, incluyendo Xóchitl, otros lleguen incólumes a la etapa final, y podamos así tener un perfil potente al frente del Frente, que llegue fortalecido y no desplumado a la candidatura presidencial.
Hay perfiles capaces de inspirar y conectar con la gente, no sólo por sus trayectorias limpias, su capacidad y sus propuestas, sino porque su historia personal puede resonar con las historias individuales de una gran parte del electorado. A esos aspirantes hay que ponerlos en la palestra, volverlos mediáticos contando sus historias, como es el caso de Jorge Luis Preciado, un hombre de origen humilde que luego de probar suerte como indocumentado en los Estados Unidos, fue deportado de regreso a México, donde a base de esfuerzo logró recibirse como licenciado y maestro en Derecho, convirtiéndose al cabo de pocos años en un operador político de primer orden, con una larga y notable trayectoria como legislador. Sin duda, su historia es mejor que la nefasta historia oficial, basada en la idealización de la pobreza y la sumisión del pueblo. Y así hay varios.
Hay dos perfiles que van a impulsar sus respectivos partidos: Santiago Creel por el PAN y Enrique de la Madrid por el PRI. Pese a sus innegables positivos, ninguno tiene una historia personal que inspire y conecte de entrada con las historias de la mayoría de los mexicanos, lo cual haría difícil construir una narrativa poderosa que mueva al voto masivo. Al menos hasta ahora no han prender.
Notables personajes como Ángel Gurría, Ildefonso Guajardo, Juan Carlos Romero Hicks y Gabriel Quadri, se bajaron de la contienda para elaborar el proyecto de país para el Frente, uno distinto y mejor que el proyecto de poder y destrucción de la 4T, porque refleja el País donde todos los mexicanos queremos vivir. Esta es una empresa de suma importancia, ya que, más allá del vehículo, que es el candidato, está el fondo, que es el proyecto. Con ambos se debe construir una fórmula ganadora.
No olvidemos que, en la mayoría de los casos, votar es una acción más emocional que racional. Y no hacerlo, también. Por esa razón, inspirar, conectar y convencer es el gran reto del Frente Amplio por México para recuperar el rumbo en 2024.
Elena Goicoechea
Periodista y Activista Social, Defensora de los Derechos Humanos.