Tiembla como gelatina

Soltar la rienda nunca ha estado en sus planes. Estaba previsto que el circo de cuatro pistas que montó fuera un compás

de espera para disfrazar de democracia la imposición de su marioneta. Es cierto que, hasta hace un mes, en el panorama político aún no asomaba la cabeza de nadie que amenazara con cimbrar su proyecto de poder. Pero llegó Xóchitl… ¿Qué salió mal? Se había negado a recibir a muchos otros personajes de la política y de la sociedad en su palacio y hasta gas lacrimógeno aventaron a algunos para que se marcharan, sin consecuencias para él. Pero llegó Xóchitl…, una mujer que convierte las balas del presidente en chistes y sus amenazas en retos. El tiro le salió por la culata, porque esta “adversaria” le salió respondona y en cosa de días, su singularidad dejó a todas sus corcholatas como insípidos imitadores sin personalidad propia.

López Obrador ya no se siente seguro, más que por la aparición de Xóchitl en el tablero de juego, por su efecto secundario: una gran parte de la ciudadanía que no se siente representada, sino amenazada por este gobierno, dejó atrás el desaliento y recuperó la fe en que unida puede vencer a la 4T en las urnas. Y precisamente, el desaliento de la ciudadanía era el mejor aliado del “mesías” macuspano. ¿Por qué? Cuentan que cuando el Diablo decidió jubilarse organizó una venta de garage con todas las cosas del infierno. Apareció un cliente que le ofreció comprar todo, incluyendo una pequeña cajita que sostenía el Diablo en una mano. “Ésta no la vendo”, dijo Lucifer. El cliente le preguntó la razón y le respondió lo siguiente: “En esta caja está guardado el desaliento y, en dos segundos, el desaliento puede crear un infierno.”

Es ingenuo suponer que la posibilidad de que se frustre la continuidad de su poder sea lo único que tiene al presidente temblando como una gelatina (de esas que vendía de niña quien hoy es su peor pesadilla…). Mucho más debe quitarle el sueño la posibilidad de que el lodazal que subyace bajo la etiqueta de “seguridad nacional” salga a la luz de llegar a la Presidencia de la República un adversario dispuesto a abrir la caja de Pandora.

En el pasado existía el código tácito de no tocar al presidente saliente, que el propio López Obrador aplicó con quien facilitó su arribo al cargo a cambio de impunidad; No obstante, ha roto casi todos los códigos a partir de entonces, por lo que no puede esperar condescendencia por parte de los enemigos que se ha creado en el camino, al hacer del odio el antivalor preponderante de su gobierno.

El nerviosismo puede llevarlo a perder el filo de su retorcido colmillo y a cometer graves errores. Sería lógico esperar que recuerde lo que puede provocar el que un presidente pretenda desaforar a un opositor para sacarlo del camino. El propio AMLO, siendo jefe de Gobierno del DF durante el sexenio de Vicente Fox, fue acusado de violar una orden judicial que exigía la suspensión de la construcción de una calle en un terreno expropiado años atrás por gobiernos anteriores, con el evidente fin de frustrar su candidatura a la Presidencia de la República. A pesar de que los trabajos fueron suspendidos, se alegó que el cumplimiento de la orden había sido dilatorio y se responsabilizó directamente al tabasqueño por ello. Sin embargo, un juez federal determinó que en vez de una orden de aprehensión se fijaría una fianza de 2,000 pesos. Obrador rechazó el beneficio de la fianza y aseguró que estaba dispuesto a ir a la cárcel para impulsar desde ahí su campaña presidencial. Pero no se salió con la suya, ya que la fianza fue pagada por dos diputados locales del Partido Acción Nacional, acción que fue catalogada por Andrés Manuel como un “acto cobarde porque venía de las manos de los que promovieron el desafuero”.

Los legisladores lo hicieron para que AMLO no fuera arrestado por desacato y enfrentara su juicio en libertad, evitando que se convierta en mártir. Se trató de una maniobra política de los panistas para inutilizar la capacidad de defensa del inculpado, pues al pagar la fianza por un delito donde no había un detenido consignado o remitido al MPF, se impedía al acusado ser partícipe y testigo de la consignación del expediente y se le dejaba sin posibilidad de enfrentar personalmente el proceso penal, lo que lo descartaba como aspirante a la Presidencia de la República.

La fianza fue posteriormente cancelada por el juez que llevaba el caso con argumentos técnicos. López Obrador declaró que el proceso fue un ataque político orquestado por Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox y Santiago Creel. El ‘mito del mártir’ se fortaleció cuando perdió por poca diferencia frente a Felipe Calderón en las elecciones de 2006, derrota que nunca ha reconocido a pesar de no existir pruebas de fraude electoral. Su berrinche se materializó en un bloqueo vial que duró meses en el Paseo de la Reforma y en su autoproclamación como “presidente legítimo”.  

Hoy que está del otro lado, parece haber olvidado lo mucho que reditúa el victimizar a un opositor usando el poder del Estado. No dudó en abusar públicamente del poder para exhibir contratos y ganancias de las empresas de Xóchitl Gálvez, con lo cual viola varias leyes, y activó denuncias penales a través de sus lacayos por delitos tan graves como son presuntos lavado de dinero, evasión fiscal y enriquecimiento ilícito. Al convertirlo en un juicio mediático, vulnera por anticipado el debido proceso. Y todo para construir las acusaciones que permitan desaforar a la senadora y sacarla de la contienda presidencial, con lo que se violan sus derechos humanos y políticos.

Las fiscalías podrían crecer las acusaciones y fabricar delitos contra Xóchitl, su familia y sus empresas, como ya lo han hecho con otras piedras en su camino, como son el ministro presidente de la Corte, Eduardo Medina Mora, cuya renuncia forzada le permitió colocar en la aceza del Poder Judicial a su lacayo Arturo Zaldívar; el director de la Comisión Reguladora de Energía, Guillermo García; el ex candidato a la Presidencia, Ricardo Anaya, y el gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, entre otros.

En el caso del desafuero o juicio de procedencia, se impone cuando se presume y fundamenta que el funcionario ha cometido un delito. Con el desafuero se elimina la restricción procesal que impide que sea juzgado, y se le puede, por ende, juzgar como a cualquier ciudadano. Hoy, el presidente cuenta con la mayoría simple en la Cámara de Diputados para promover el desafuero de la senadora.

Si López Obrador decide llegar tan lejos, Xóchitl podría repetir el mismo discurso que él pronunció en 2005, cuando compareció frente a la Cámara de Diputados por motivo del juicio de desafuero iniciado en su contra: “Tengo la certeza absoluta de que no se me juzga por violar la ley, sino por mi manera de pensar y actuar y de lo que pueda representar para otros mexicanos para el futuro de nuestra patria. Quienes mi difaman, calumnian y acusan son los que se creen amos y señores de México, son los que en verdad dominan y mandan en las cúpulas (…), son ellos los que tienen mucho miedo a que el pueblo opte por un cambio verdadero.”

Esperemos que el presidente recuerde que, como consecuencia de aquel intento de desafuero en su contra, se organizaron movilizaciones sociales que pedían “no al desafuero” y “fuera Fox”. En la marcha del silencio se reunieron en apoyo a López Obrador alrededor de 1.2 millones de personas en el Centro de la Capital. Fox se la jugó y le salió contraproducente. ¿Se la jugará López?

Elena Goicoechea

Periodista, activista y defensora de Derechos Humanos.